En 2008, cuando Barack Obama ganó la elección presidencial, Estados Unidos sorprendió gratamente al mundo: ese año los estadunidenses reventaron una enorme cantidad de eslabones que los encadenaban y se liberaron de tabúes, clichés, estigmas, represiones mentales, miedos políticos y hasta traumas históricos. Finalmente, con enorme valentía y entusiasmo, eligieron a su primer presidente afroamericano. Y no sólo lo eligieron, sino que lo escogieron de forma rotunda: para los estándares recientes de la democracia de ese país, Obama le dio una paliza a su contrincante, John McCain, ya que el demócrata ganó con siete puntos de diferencia en el voto popular (52% contra 45%), y obtuvo 365 votos electorales contra apenas 173 de su rival (se requieren 270 para triunfar). La euforia democrática era absoluta. Recuerdo las entrañables manifestaciones multirraciales de aquella noche frente a la Casa Blanca: la gente brincaba y cantaba festejando semejante liberación social.

Dieciséis años más tarde, y luego de haber padecido la locura política que representó la presidencia de Donald Trump entre 2017 y 2021 (¿no fue un disparate desconocer la victoria de Joe Biden hace cuatro años e instigar a una insurrección?); después de esa pesadilla que puso en riesgo la democracia de su país, uno podría pensar que el próximo martes los estadunidenses votarán abrumadoramente por Kamala Harris. Uno podría creer que volverán a hacer historia y elegirán a la primera presidenta de Estados Unidos, y no sólo eso, uno podría creer que lo harán felices porque con ello le darán un sonoro guantazo a los supremacistas, ya que ella es una mujer con raíces negras (su padre es jamaicano) y asiáticas (su madre proviene de la India, del pueblo Tamil). Pero no, probablemente eso no ocurra. En cambio, el mundo quizá volverá a padecer un periodo de oscuridad e incertidumbre, porque al menos la mitad de los electores de Estados Unidos están dispuestos a sufragar por Trump.

¿Por qué harán semejante cosa? Porque, aunque parezca inverosímil, ven en Trump a un mejor futuro presidente de lo que podría llegar a ser Kamala Harris, sobre todo en los asuntos que más les interesan, y eso basta para perdonarle todas sus mentiras, delitos e iracundias. The New York Times lo documentó en su última encuesta electoral: una mayoría amplia (52% contra 45%) piensa que Trump puede resolver más eficazmente que Kamala los problemas económicos. Y es bien sabido que los estadunidenses votan, principalmente, con la mano en el bolsillo, con la vista puesta en la cuenta bancaria y el saldo de la tarjeta de crédito; con la mirada fija en lo que pueden comprar o no para alimentarse cada semana; con la calculadora en la mesa para estimar deudas e hipotecas. A pesar de que Trump dejó la economía maltrecha, el ciudadano común culpa a Biden del desastre económico causado por la pandemia de Covid-19. Y no, no se lo perdonan porque Trump les ha hecho creer que el actual Presidente fue el irresponsable, y a su lado, fomentando sus “errores” -dice el republicano- estaba… la vicepresidenta.

Es difícil que ella pueda remontar semejante loza y parece complicado que la gente olvide su maltrecha economía, aunque, paradójicamente, los últimos indicadores dados a conocer son positivos. “Los consumidores están gastando. La inflación se está enfriando. Y la economía de Estados Unidos luce más fuerte que nunca”, publicó el mismo diario el miércoles pasado. Sí, pero macroeconomía no es igual a billetera y ese gasto de los consumidores ciertamente no es el de todos los estadunidenses. Nada importa, el cash manda.

En el otro gran tema de la campaña, la inmigración, Trump y su retórica racista e incendiaria se han impuesto: el 54% piensa que él abordaría mejor el asunto, contra sólo el 43% que pienso lo mismo de Harris. Y eso también está ligado al bolsillo: una buena parte del electorado se ha creído el cuento de que los extranjeros les han robado sus puestos de trabajo, su dinero, su paz, su nación.

Aunque Kamala ganara el voto popular (va arriba por un punto en el promedio de encuestas), las proyecciones en los estados clave estiman que Trump vencerá en el Colegio Electoral y de nuevo será presidente de Estados Unidos: está ligeramente arriba en cinco lugares (Nevada, Carolina del Norte, Pensilvania, Georgia y Arizona), mientras que Kamala aparece como puntera solo en dos (Wisconsin y Michigan).

La proyección hace pensar que Trump podría alcanzar 287 votos electorales y Harris se quedaría con 241, lo cual lo haría ganador con 17 votos más de los que necesita (270).

Así las cosas, se repetiría el fenómeno Hillary Clinton: en 2016 ella ganó el voto popular al mismísimo Trump (48% contra 46%, 65 contra 62 millones de votos), pero perdió ampliamente en el Colegio Electoral, 217 contra 304.

Salvo que haya un voto oculto a favor de Harris que no hayan reflejado las encuestas, creo que desde enero próximo Trump nos estresará, intimidará y asustará cotidianamente desde la Casa Blanca.

Ojalá me equivoque pero, en caso contrario, lo que le espera a la Presidenta mexicana…

Twitter: @jpbecerraacosta

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