Me dice un alto funcionario tamaulipeco que la violencia despiadada contra civiles, perpetrada justamente hace una semana en Reynosa, surge de un problema de balcanización criminal: hace alrededor de seis años miembros del Cártel del Golfo tuvieron la idea de independizarse. Esa insaciable codicia sicaria, ese cosquilleo incontenible que siempre quiere más y más, los hizo pensar que ellos, pequeños jefes de plaza, encargados de células, estaban para cosas mayores, para jales grandiosos. Que podían crecer y dejar el sicariato local y convertirse en pequeños-grandes capos regionales. Una nueva generación de Scarface de la frontera, cómo no. El ego macho de siempre en territorio comanche.

Así que se independizan los de Reynosa, y hacen lo propio los de Matamoros, luego los de Camargo quieren lo suyo, y ni se diga los de Ciudad Río Bravo. Si usted traza una línea horizontal sobre el mapa de México, en su frontera oriental con Estados Unidos, de Camargo a Playa Bagdad, verá que se trata de un buen trecho de millones de dólares fronterizos: 200 kilómetros de línea recta bordeando la frontera tejana. Son 200 kilómetros de trasiego de drogas, de tráfico de indocumentados, de trata de personas, de coches robados, y, de allá para acá, paso de armas y dinero. Millones y millones de dólares, y eso, sin contar los siempre boyantes business locales: las extorsiones.

Eso es lo que se están peleando. Y en estos días, los señores de Río Bravo, a 25 kilómetros al este de Reynosa, rumbo a Matamoros, rebasaron todos los límites y salieron a cazar no enemigos como siempre, sino civiles. “Esa fracción está muy brava”, me dice mi contacto. Muy enloquecida. “Quieren todo lo grande”. Al costo que sea, me cuenta un tuitero-periodista de los que alertan a los ciudadanos acerca de las SDR, las situaciones de riesgo cotidianas.

La pax narca es frágil por naturaleza porque siempre depende de la estabilidad mental de los sicarios, de los capitos al mando, que tienen incontrolables aires de grandeza. Son despiadados en sus volutas “aspiracionistas”. Inmisericordes en sus conquistas, en sus sangrientas guerritas. Y hoy, alguien enloqueció y devino monstruo que ordenó la sinrazón.   

“Los de hoy ya no tienen respeto por nada. Como ha habido muchas rasuradas (argot o para referirse a detenciones de líderes grandes y medianos), ya no hay mandos, digamos buenos, y están al frente gentes que antes lavaban carros, que eran halcones, sicarios acaso, lo más bajo”, me cuenta mi fuente estatal.

Se refiere al narcolumpen sin estudios de nada, sin consciencia de nada, porque son adolescentes y jóvenes que muy pronto fueron reclutados a la vida de soñar trocas, pistolas y fusiles, joyas, ropas, fiestas, música, trago, drogas y mujeres. Y los hechizó esa vida adinerada, violenta y malvada, “con expectativas de vivir tres meses, un año, ya lo saben, les vale madres morirse y matar, porque andan todo el tiempo bien drogados”, me cuenta.

Las tinieblas del narcolumpen y la sociedad a su merced.

El tuitero de Reynosa y el funcionario coinciden en que esto de que un comando haya salido a cazar civiles es insólito, extraordinario. “El Presidente dice que no, pero es terrorismo. Acá estamos acostumbrados a ver convoyes, camionetas perforadas de balas, quemadas, dos-tres muertos por día entre ellos, descuartizados, pero esto de ejecutar gente así, al azar, a personas que no tienen nada que ver, nunca se había visto y sí generó terror”.

No miedo de una bala perdida, como ha ocurrido. No. Terror a que, porque un jefe narco enloquece, te escojan a ti como objetivo para calentar la plaza. O a tu esposa. O a tus hijos, y los cuezan a todos a plomazos.

Reynosa, hoy, yace sumida en el silencio, en la más profunda raíz del miedo, mientras el gobierno estatal se ve rebasado (aunque haya detenido a presuntos pistoleros), y el gobierno federal sigue optando por la inacción, con tal de evitar enfrentamientos. Masacres en las que participen tropas, dice.

Es la renuncia, el sometimiento del Estado mexicano ante la escoria de la delincuencia, la verdad. ¿O no?

BAJO FONDO

Eso, y la paranoia, las noticias falsas en las redes sociales para que la gente no salga, por supuestos avisos de que cualquiera que anduviera en las aceras sería baleado, ha ocasionado que mucha gente se haya encerrado esta semana, sino todo el día, sí buena parte de la jornada. Las maquiladoras procuraron cerrar más temprano y los negocios y comercios también. “Muchos les dijimos a nuestras familias que mejor se quedaran del otro lado en McAllen, en Pharr. Es que da miedo, la verdad: esto nos hizo recordar a los locos gringos que de pronto entran a un McDonalds o un Wallmart y rafaguean a todos…”, confiesa el hombre público.

Para tratar de resolver este problema primero hay que referirse a él como lo es, aunque se asuste el Presidente porque los estadounidenses puedan tomarse atribuciones imperiales: lo que sucedió en la zona del silencio, en la raíz del miedo, en Reynosa-Tamaulipas, es terrorismo y debe combatirse como tal, porque de otra forma, ante la actitud pasiva que tiene el actual gobierno federal, replicada por los gobernadores, lo que estarán entendiendo los jefes sicarios, los líderes de células locales, es que gozan de absoluta impunidad para hacerlo de nuevo, ahora en la vecina Río Bravo, y luego donde sea…

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