Este jueves pasado el INEGI dio a conocer las cifras preliminares de muertos en México durante 2020, datos que provienen principalmente de los certificados de defunción, actas de defunción y cuadernos estadísticos. Los datos son terribles: por la enfermedad Covid-19, fallecieron 201 mil 163 personas.

Reitero otra vez: no normalicemos esta desgracia y sus cifras de horror. No dejemos de asombrarnos por esta catástrofe. Todos esos fallecidos Covid son el equivalente a dos estadios Azteca repletos de muertos, 20 Auditorios Nacionales.

El coronavirus se convirtió, en tan solo un año, en la segunda causa de muerte en el país, solo por debajo de las enfermedades del corazón (218 mil 885 casos en 2020). Entre los hombres fue la primera causa de muerte, con 129 mil 329 casos, y en las mujeres fue la tercera, con 71 mil 829 fallecimientos. En Ciudad de México el daño fue mayor: fue la primera causa de muerte entre los hombres (19 mil 777 casos) y la segunda en las mujeres (10 mil 133).
  
Esos 201 mil 163 fallecidos por la Covid-19 (201 mil 163 familias mexicanas mutiladas), representan 35% más muertos de los que reconoció hasta ayer el gobierno federal para el 31 de diciembre del año pasado, que fueron 148 mil 629. Por tanto, hubo ¡52 mil! muertos más en todo el país de los que nos informó el gabinete de Salud conducido por el doctor Hugo López-Gatell.

Pero eso no es todo, desgraciadamente. El total de defunciones en 2020 fue de 1 millón 86 mil 94, contra 747 mil 784 muertes ocurridas en 2019, es decir, un inaudito incremento de 338 mil 310 casos, lo que da una idea de la magnitud de la pandemia, que también provocó muertes colaterales de quienes tenían padecimientos distintos al coronavirus, y que no pudieron ser atendidos adecuadamente por estar los esfuerzos médicos concentrados en el combate pandémico. También se trata de gente que murió por Covid, pero cuyos decesos fueron registrados como otra causa de muerte.
  
Para que dimensione usted el inusual incremento de muertos, en 2018 hubo 722 mil 611 fallecimientos, es decir, que el crecimiento entre ese año y 2019 fue de apenas 25 mil 173 casos, muy lejos del súbito brinco de 338 mil 310 que hubo entre 2019 y 2020.

La devastación también se puede medir con las tasas. La tasa de defunciones registradas por cada 10,000 habitantes se disparó a 86, superior en… ¡27 unidades! respecto a la información definitiva del año anterior, que había sido de 59. De 2011 a 2019 el crecimiento anual había sido de escasamente una unidad por año.

Regreso a los daños colaterales. Las defunciones causadas por enfermedades del corazón pasaron de una tasa de 12.3 a 17.3 por cada 10,000 habitantes, cinco unidades más. Desde 2011 y hasta 2019 el incremento nunca llegó ni siquiera a una unidad adicional. Más claro: se esperaban 156 mil 029 muertes y ocurrieron 216 mil 566 defunciones, por lo que el exceso de mortalidad en este rubro es de 60 mil 537 decesos, que representan un inusual 38 por ciento de aumento.

En diabetes mellitus la tasa de muertes por 10,000 mil habitantes se disparó de 8.2 en 2019 a 12 en 2020, casi cuatro unidades más, siendo que la variación anual nunca pasó de una décima de unidad. Se esperaban 110 mil 239 muertes y ocurrieron 149 mil 840 defunciones, por lo que el exceso de mortalidad es de 39 mil 601 decesos, que representan un 35.9 por ciento.

Las defunciones por influenza y neumonía por 10,000 habitantes también aumentaron: se esperaban 31 mil 080 muertes y ocurrieron 56 mil 491 defunciones, por lo que el exceso de mortalidad es de 25 mil 411 decesos, que representan un 81.8 por ciento.

¿Cuántas muertes, del total de fallecimientos del 2020, fueron provocadas por las pifias políticas y por las terquedades del dogma en la mala gestión de la pandemia? ¿Cuántas se pudieron haber evitado? ¿Alguien se hace responsable de eso?

BAJO FONDO

El miércoles por la noche estuvo como invitada en el programa de análisis y debate “Con los de casa”, transmitido como cada semana por EL UNIVERSAL, la doctora Susana López Charretón, viróloga de la UNAM, quien sentenció: “Política y ciencia no se mezclan. En la mezcla de política y ciencia, gana política.”
  
Pues eso, como en el póker: política mata ciencia. La falta de pruebas, el no promover ni usar el cubrebocas, el concluir precipitadamente el primer confinamiento, el tardar en imponer el segundo confinamiento, el ahora pretender el regreso masivo a clases en el momento más grave de la tercera ola, ¿alguien se hace responsable de esto en Palacio Nacional, de que la política haya matado y vaya a liquidar una vez más a la ciencia? Nos habían prometido lo contrario: que en la gestión de la pandemia la ciencia iría por delante…

EN EL FONDO

ATENCIÓN. Lo primero que dejó en claro y subrayó la especialista en virus López Charretón, miembro del Colegio Nacional, es que quienes nos hemos vacunado sí podemos contagiarnos. “Las personas vacunadas sí se reinfectan. Estas vacunas previenen de una enfermedad severa y muerte, pero no previenen la infección, no es de que “ya no me voy a infectar”. La vacuna no esteriliza. Las personas vacunadas nos tenemos que proteger para proteger a los demás. Yo puedo infectarme a pesar de estar vacunada y quizá no tengo síntomas o tengo una gripita que ni cuento, pero voy a seguir infectando a los demás. Y estamos rodeados de jóvenes que no estamos vacunados, por ejemplo en la universidad. El uso del cubrebocas tiene que ser responsabilidad de nosotros hacia los demás, de todos para todos.

-Lo segundo que recalcó la doctora es que las decisiones de Estado tienen que ser técnicas, en alusión al regreso a clases que pretende imponer el Presidente.

-Es que es tremendo: política y ciencia no se mezclan. Esto tiene que tener muchísima decisión científica. Los niños también se enferman. Y también se mueren, aquellos que tienen comorbilidades, más. Los niños se contagian y luego los cuidan los abuelos o los padres y los pueden contagiar también. La comunicación me preocupa.

Tendríamos que tener mensajes muy claros de que nos tenemos que cuidar todos. Y lo que nos dicen es muy contradictorio. Nos dicen que el Presidente no tiene que usar cubrebocas. ¿Cómo? ¿Por qué? Todos somos seres humanos y nos podemos infectar. Todos debemos poner el ejemplo. Tiene que haber medidas que no sean políticas. En la mezcla de política y ciencia, gana política. O tienes a un asesor científico al que escuchas, y un asesor científico que se basa en evidencia para decir lo que tenga que decir, y no lo que quieran que diga, o no funciona. Los presidentes en el mundo que no escuchan a sus asesores no pueden tener soluciones muy coherentes para estos problemas…
 
Usted y los suyos cuídense y moderen su movilidad a lo estrictamente necesario, sugiero…  

jp.becerra.acosta.m@gmail.com
Twitter: @jpbecerraacosta

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