Justo antes del primer debate entre Delfina Gómez, la candidata de Morena para la gubernatura del Estado de México, y Alejandra del Moral, la abanderada de la oposición PRI-PAN, varias priistas y no pocos priistas me dijeron -muy sonrientes y hasta eufóricos- que estaban convencidos de que Del Moral alcanzaría en las encuestas a la morenista. No solo eso, auguraron que la priista daría una voltereta a las intenciones de voto y que terminaría triunfando ampliamente en los comicios del próximo 4 de junio.
Les dije que estaban leyendo mal todos los datos disponibles: encuestas, calificaciones de gobierno, mítines, recursos, contactos a ras de suelo. El humor social, pues. Les advertí que, a pesar de que parecía una mala candidata, la ex secretaria de Educación conectaba con la mayoría de la gente, todas esas personas hartas del interminable priismo mexiquense que jamás permitió una alternancia en su último reducto electoral de gran magnitud, pero no me hicieron caso.
¿Por qué habrían de hacerme caso? Yo qué demonios sabía si siempre critiqué severamente a los Peña Nieto, a los Eruviel Ávila, a los Arturo Montiel, a los César Camacho, a los Chuayffet, y a otros lindos y distinguidos especímenes de la casta priista mexiquense del siglo pasado. Apelaron al orgullo priista, a la tradición de su partido, a la invencibilidad del terruño de Carlos Hank González y de las demás estirpes locales del PRI, y sonrieron como si estuviéramos en los años setentas de López Portillo.
Ya no los refuté. Me dieron ternura política. Están en vías de extinción y no se percatan. No asimilan que la marca PRI vale un peso de los devaluados, no de los de ahora, y que casi no valdrá nada luego del 4 de junio. Nadie compra ya la marca PRI. Lo que les resta a los priistas es apergollar su alma a la elección de Coahuila (la cual ganarán: el candidato de Morena es impresentable), y hacen bien, porque eso es casi todo lo que les queda: de ser un partido de Estado, se convirtieron en un partido municipal.
Los más ultras entre ellos me dicen que sus esperanzas están asidas a la certeza de ganar el segundo debate (18 de mayo), de noquear a Delfina. Se trata de un acto de fe para que ocurra un milagro. Salvo que tengan una bomba mediática guardada, o que ocurra algo insólito, la verdad es que, cuando faltan cuatro semanas para la elección (políticamente es apenas un suspiro), no tienen nada que hacer.
Por eso ya no están nerviosos sino desesperados. Y están fuera de sí porque su estrategia fue errónea: apostaron todo al primer debate, creyeron que la maestra, la protegida de Andrés Manuel López Obrador, se resquebrajaría durante aquella primera esgrima, ya que la estrategia de la aspirante opositora era ser muy agresiva: consistía en hablar muy recio, denunciar a Delfina como una persona corrupta, y exhibirla como alguien poco articulada, dubitativa, incapaz, y hasta ignorante. Del Moral se balanceaba temerariamente en el delgadísimo lindero entre el cuestionamiento válido y el racismo soterrado, mientras que Gómez se aferraba a una ecuación muy simple: soy aliada del Presidente y les vengo ofreciendo su 4T mexiquense.
¿Qué sucedió? Delfina amplió sus intenciones de voto. De acuerdo a la más reciente encuesta de EL UNIVERSAL, publicada el martes pasado, la morenista tiene ¡60%! de intenciones de voto y Del Moral 40%. Una reverenda paliza de veinte puntos de diferencia que es imposible remontar en cuatro semanas: Delfina tendría que perder cinco puntos porcentuales por semana y que éstos fueran a parar a del Moral. El crecimiento de la opositora entre diciembre y abril fue de once puntos, pero en el último mes perdió uno. Y Delfina, ella nunca cayó: creció cinco puntos en cinco meses, suficientes para consolidar su victoria.
¿Por qué ganará Delfina? Lo dije al principio, pero se lo documento con cifras: a la pregunta de qué es mejor para el Estado de México, siete de cada diez mexiquenses (74%) responden “que haya un cambio de partido en el gobierno” y sólo un pírrico 21% (la base dura del PRI y del PAN) contesta “que siga gobernando el PRI” (https://bit.ly/42aKXaz).
Quieren su 4T local. Y la van a tener.
Bajo fondo
Un priista irreductible me sigue alegando que la marca PRI tiene un gran valor: el de la historia. No comprende que la historia no son monumentos sino hechos que cambian en unos meses, en unas semanas, en unos días, a veces en unas horas tan breves como el tiempo que le lleva a un medio de comunicación para posicionar una casa blanca, o el periodo misterioso durante el cual un pueblo se enamora perdidamente de un líder mesiánico y mentiroso.
Y le digo:
-Te voy a explicar cuánto vale tu partido estos días en el Estado de México, gracias a la encuesta de EL UNIVERSAL: cuatro de cada diez mexiquenses (46%) nunca votarían por el PRI. Ese rechazo es de solo 16% por Morena y de 13% por el PAN. La antigua famiglia es apenas una célula.
Refunfuña.
Trasfondo
Entonces, con gran ingenio, ahora acuden a la estrategia de Mr. No Traigo Cash Zedillo: incitan al miedo. Y empiezan a tuitear:
“La democracia y nuestras libertades están en peligro.”
“Mexiquense ¡salva a México!”
Inefables.
Salvo que en el Estado de México haya un enorme voto oculto anti Morena que no estén midiendo las encuestas (cientos de miles de personas que no quieran perder sus programas sociales y que detesten a la 4T), la oposición priista-panista va a recibir la derrota más estruendosa que le han propinado desde 2018.
Twitter: @jpbecerraacosta