Cuando el jueves por la mañana la candidata ganadora de los comicios presidenciales apareció en el Museo Interactivo de Economía, en Donceles y Francisco I. Madero, y luego subió al escenario que había sido montado en el lugar para que presentara en sociedad a la primera parte de su gabinete de gobierno, las miradas no se centraron en ella sino en las seis personas que la acompañaban.
Mientras las cuatro mujeres y los tres hombres se acomodaban silenciosamente en siete sillas dispuestas bajo un atril donde se leía "Claudia Sheinbaum Presidenta 2024-2030", los murmullos empezaron a esparcirse: salvo uno, todos los rostros eran conocidos en el mundo de la aristocracia política nacional, pero el asunto no era de quiénes se trataba sino qué puesto ocuparía cada quien. ¿Este va a Gobernación? ¿Este a Economía? ¿Esta será canciller? ¿Esta irá a Educación?
Las dudas carcomían a las reporteras y reporteros que tecleaban a toda prisa los nombres de las personas ungidas por la “virtual presidenta electa”, pero los periodistas no podían notificar nada a sus redacciones porque no tenían la certeza de a dónde iría cada una de las personalidades seleccionadas. No tuvieron que esperar mucho, unos instantes nada más. A las 11:16 horas, Sheinbaum dio el primer puesto: a la Secretaría de Economía, Marcelo Ebrard.
Beso, sonrisas, gran reconciliación. Ebrard, renovado, exultante. Respetuoso, institucional. Señora Presidenta Electa, le llamaba a su nueva jefa. Y ahí, en ese mismísimo segundo, el más adictivo deporte nacional en la política mexicana, el futurismo, arrancaba. Se desataba, aunque ni siquiera haya iniciado el nuevo sexenio. ¿O ya empezó? Marcelo, desde ese instante, se convirtió en precandidato a la Presidencia de la República. El delfín natural para el 2030 luego de que, disciplinadamente, ha cedido ya dos oportunidades de ser candidato presidencial. Y sí, en los códigos del sistema político de México, la forma es fondo: el ex canciller fue el único en tomar la palabra además de Sheinbaum. Nadie más. Ebrard, el tapado principal desde el 20 de junio de 2024.
Y el shock. El shock opositor. Marcelo. Uta. Calambres en el estómago, mareos, ataque de pánico. Habían pensado, última esperanza hacia el futuro (al menos por ahora), que tal vez Claudia cedería las principales posiciones en su gabinete a los más ultras y mediocres entre los morenistas. Nada. Te digo que me siento mal, no puedo respirar. Panic attack. Natural: los opositores, con sus intelectuales, periodistas y cartonistas, evocaron las encuestas publicadas antes de que Sheinbaum fuera ungida y recordaron que Marcelo aparecía al mismo nivel que su colega, dándole una paliza a Xóchitl Gálvez, o a quien le pusieran enfrente como candidato opositor.
Luego vino la segunda posición: a la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación, Rosaura Ruiz. ¿Secretaría de qué? La doctora, la científica, se sacaba de la manga una secretaría que le podría hacer un gran bien al país para intentar abatir brechas, y la ponía en manos de una mujer de primera en el área, una exdirectora de la Facultad de Ciencias de la UNAM. ¿Otra mujer a la Presidencia en 2030? Más vértigo entre los opositores.
Tercera posición: Relaciones Exteriores, para Juan Ramón de la Fuente. El ex rector de la UNAM, el exembajador ante la ONU. Desde ya, otro precandidato presidencial que aglutina a propios y extraños, que sabe de diálogo y concertación. Ahí se desplomaron. Una bolsa para respirar, unas gotas de Rivotril diluidas en Nutella.
Cuarta: la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, para Alicia Bárcena, la actual canciller. Una experta en un tema que está todos los días en la agenda nacional y global. Nada de improvisaciones en temas del planeta y las energías del presente y del futuro. Una técnica respetada dentro y fuera del país.
Si esas mujeres y hombres hacen un buen gobierno, qué difícil la tiene la oposición, primero para reinventarse, y luego para competir en seis años contra esos nombres y apellidos.
Con razón la sacudida. Y el mutismo posterior.
AL FONDO
Al final, Julio Berdegué Sacristán quedó como nuevo titular de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, un especialista sobre el tema que ha estado en los puestos más altos de la FAO, y Ernestina Godoy en la Consejería Jurídica, el único personaje realmente polémico de los seis nombrados, ya que divide opiniones también al interior de la propia 4T. Sin embargo, no fue gran tema, ya que los mercados reaccionaron bien, los empresarios también, y la ganadora de las elecciones dijo:
"Como ven, son mujeres y hombres de primera. Me siento muy honrada de que hayan aceptado ser parte del Segundo Piso de la Cuarta Transformación".
A ver qué a quién nombra la próxima semana para mantener el buen nivel de aceptación. Se sabe que, en Hacienda, Rogelio Ramírez de la O dará más calma al escenario postelectoral, y probablemente suceda lo mismo en la Secretaría de Seguridad si llega ahí Omar García Harfuch, pero la designación en la Secretaría de Gobernación será vital, el paso más importante que dará Sheinbaum para definirse como gobernante. Si opta por un personaje completamente partidista y excluyente, peleonero y bravucón, insolente y sectario, toda la imagen de conciliación, diálogo y concordia que ha querido enviar en estas semanas se vendrá por los suelos. Se requiere alguien que entienda la política como el arte de convencer, no de imponer, alguien más ciudadano y académico que dogmático.
Veremos.