Tierra de mi madre -Miriam Molina, una extraordinaria museógrafa, curadora y promotora de las artes plásticas-, he vivido un par de veces en Yucatán: la primera vez residí dos años en Mérida (1995-1997) y la segunda ocasión un año (1999-2000). Malamente habituado a las vorágines chilangas, a las constantes oleadas de inseguridad que en aquellos tiempos afectaron a tanta gente (incluidos miembros de mi familia, amistades y colegas), me impactó mucho la tranquilidad de la vida allá. La gente caminaba por las calles sin temor alguno: podías andar de madrugada y nadie te hostigaba, nadie te atemorizaba. Nadie temía subirse al transporte público y ser despojado de sus pertenencias. Nada de padecer el aterrador “Cámara, ya se la saben, perros” de nuestros días. Nadie estaba paranoico al entrar a un cajero. Nadie volteaba a todos lados en un restaurante callejero por miedo a un asalto. Nadie se preocupaba de que le fueran a robar el coche o de que le dieran un cristalazo para hurtar algún paquete dejado en el asiento. Ningún comerciante se quejaba de extorsiones. No había sicosis a causa de la violencia y nadie se tiraba al piso al primer estruendo, porque no había balaceras y ejecuciones.
Repasemos los datos de aquel 1997 en Yucatán: homicidios dolosos, 110 (dos por semana, en promedio). Con arma de fuego, uno. Sí, UNO en todo el año. Extorsiones, cero. Robo a transeúnte, 1,734 casos, cuatro al día en promedio en todo el estado, que tiene 106 municipios. Robo de vehículo, 30 en todo el año. Robo a negocio, 12, uno al mes. Robo a transportista, cero. Robo a casa habitación sin violencia, ahí sí, había pandillas a la vieja usanza: 1,652, un promedio de cuatro al día en todo el estado. Con violencia, 1,111, un promedio de tres al día en todo Yucatán.
Cuando volví (1999-2000), las cosas eran muy similares. Homicidios intencionales (así les decían antes), 26. Con arma de fuego, 12, uno al mes. ¡Uno al mes! Secuestros, cero (por eso nadie tenía guardaespaldas). Extorsión, cero. Robo a transeúnte, 2,225, seis al día en todo Yucatán. Robo de vehículo, cero. A negocio, cero. Sí, cero. A transportista, cero. A casa-habitación con violencia, 531, ni dos diarios en todo el estado (1.4). Sin violencia, 2,757, siete al día en promedio en los 106 municipios.
La gente, al menos todas las personas que yo conocí y que no fueron pocas (trabajaba en el diario Por Esto y colaboraba con algunas locuras creativas en una embotelladora de Pepsi Cola), respetaban a la policía municipal y mucho más a la estatal. Los yucatecos confiaban en sus cuerpos de seguridad.
Y, ¿sabe qué? Las cosas siguen igual de bien 23 años después (28 años, si aludo a mi primera estancia). Revisemos los datos del año pasado de Yucatán, donde hoy viven alrededor de dos millones 600 mil personas: homicidios dolosos, 39. Con arma de fuego, siete. ¡Siete en un año! Ni una ejecución al mes. Secuestros, cero. Extorsiones, 10 en todo el año. Robo a transeúnte: 62 en todo el año, cinco al mes. Robo en transporte público, uno. ¡Uno! A negocio, 74. A transportista, cero.
En fin, y a todo esto, ¿cómo está nuestra tremenda y amada Ciudad de México, que es como un estado? Veo que en 2022 se logró la tasa más baja de homicidios dolosos desde 1989: 8 por cada 100 mil habitantes. Es una reducción considerable, porque en 2018 la tasa estaba en 16 (a nivel nacional la reducción en el mismo periodo fue de 29 a 25). Veo que Chilangolandia ya se encuentra entre las siete entidades con menos homicidios por 100 mil habitantes (Yucatán encabeza la lista). Veo que el promedio de homicidios dolosos en la Ciudad de México cayó de 5 homicidios diarios que se cometían a finales del 2018 y principio del 2019 a uno el año pasado. Veo que en 2018 se registraron 1,469 homicidios en Ciudad de México y en 2022 fueron 742 (dos por día), una baja de 49.5% (a nivel nacional la disminución fue de 12%). Son datos del INEGI, sustentados en registros de defunciones. Veo que del total de delitos de alto impacto registrados en el periodo enero-mayo de 2023 ha bajado 58%, si lo comparamos con enero-mayo de 2019, los primeros seis meses de Claudia Sheinbaum.
Suponiendo sin conceder que ella fuera presidenta a partir de 2024 (en la política mexicana puede ocurrir cualquier cosa), tal como marcan las encuestas el día de hoy, la dupla que ha formado con Omar García Harfuch (un policía de carrera, un policía duro, en el mejor sentido de la acepción policial), resulta esperanzadora. Ni en Yucatán ni en Ciudad de México hicieron falta militares: han bastado policías.
Espero que García Harfuch, nieto del polémico general Marcelino García Barragán (secretario de la Defensa en 1968), e hijo del controvertido Javier García Paniagua (también a cargo de cuerpos policiales y de grupos inteligencia durante algún tiempo), no escuche el canto de las sirenas y no caiga en la tentación de contender para el gobierno de Ciudad de México, porque desperdiciaría la oportunidad de su vida (que también podría ser la de México): intentar un gran cambio en la política de seguridad del Estado, que en los últimos tres sexenios ha estado centrada en los militares.
No es poca cosa semejante sueño, pero eso sí: ella y él deben aspirar a los índices yucatecos.
BAJO FONDO
Pero, momento, que García Harfuch no taña las campanas precipitadamente porque, en temas de inseguridad y violencia… todo se puede ir al demonio en unos cuantos meses de locura sicaria, ya sea ésta espontánea, o sembrada (provocadores que perpetran numerosos asesinatos para calentar la plaza): de acuerdo de los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, de enero a junio del 2022 hubo 325 homicidios dolosos en Ciudad de México (1.79 por día), y en el mismo periodo de este año se registraron 392 (2.16 por día), un incremento de ejecuciones muy considerable y preocupante, de 20.7%.
A ese ritmo, la propaganda y su efecto sicológico de “tenemos menos de dos homicidios por día” se esfumará y con ello la buena percepción ciudadana: en el último trimestre de 2018 el 74% de los habitantes de esta urbe consideraba la delincuencia como el problema más importante en Ciudad de México y ahora, al segundo trimestre de 2023, sólo 42% lo ve así, según datos de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) del INEGI.
Cuidado, que sin serenidad, prudencia y humildad, se les cae la sopa.
TRASFONDO
Los fanatismos, los de un lado y de otro, al final son idénticos, se toman de las manos y le dan sustento y sentido a la existencia de sus opuestos.
Quién lo diría, sesenta años después regresamos al origen del absurdo y estamos de nuevo frente a la histeria anticomunista generada por ultraderechistas.
Unos mienten y otros también.
Unos quieren arrancar páginas de libros herejes para quemarlas en las piras de su conservadurismo machista, y otros quieren adoctrinar al pueblo bueno desde las catacumbas fascistas de la Historia.
Se merecen los unos a los otros.
Twitter: @jpbecerraacosta