Para los desmemoriados, para aquellos que tienen una súbita y muy conveniente amnesia selectiva; o para los más jóvenes, por si acaso carecen de información adecuada, hay que recordar que durante setenta años (el equivalente a once sexenios y medio) padecimos al PRI. El PRI, por si no lo saben o se les olvidó, no solo era un partido de Estado, sino que se desempeñaba como el tentáculo electoral de un régimen represivo, una cleptocracia que cada año simulaba tener comicios, aunque en realidad organizaba convenciones de alquimia electoral.
En México no había democracia. No había autoridades electorales independientes. En México siempre ganaba el PRI. Y como hacía la vieja mafia (o al estilo del crimen organizado de hoy), el priismo orquestaba sus victorias por las buenas, por las malas, o por las peores. Es decir, a través del convencimiento, de la cooptación, del dinero, de las amenazas, del encarcelamiento, del exilio, del asesinato, de la desaparición de opositores, o perpetrando fraudes electorales.
¿Alguien podía impedirlo? No.
La democracia que hoy tenemos -una inestable y acechada jovenzuela de 22 años-, no fue una graciosa concesión del sistema priista. No, Jesús Reyes Heroles no fue un generoso político que quisiera abrir espacios democráticos, fue un pragmático priista que en los años setenta asimiló que la olla social estaba hirviendo desde los 60.
Todos y cada uno de los espacios democráticos que empezaron a surgir hace casi cincuenta años (segunda mitad de los setentas) son producto de movimientos sociales, de demandas de la hoy llamada sociedad civil, de exigencias de grupos opositores, de luchas de académicos y periodistas (todo lo cual costó vidas, encarcelamientos, despojos, exilios); fueron numerosas insubordinaciones pacíficas (y no tanto en algunos estados) las que orillaron al antiguo régimen a permitir el diseño y desarrollo de instituciones que garantizaran una plena democracia electoral.
Así nació el IFE, que luego dio paso al INE. Antes, con mecanismos electorales que controlaba el Poder Ejecutivo, como ocurrió en 1988, cuando la Secretaría de Gobernación de Manuel Bartlett tiró el sistema de cómputo de los resultados electorales en los que el opositor Cuauhtémoc Cárdenas iba por delante del oficialista Carlos Salinas de Gortari; ante lo que había era toda una fauna electoral que operaba impunemente en cualquier municipio del país.
En la época del autoritarismo y el fraude electoral (tiempos del PRI, pues), éste comenzaba por la alteración del listado de votantes, ya fuera “rasurando” a ciudadanos que se presumía que podían votar por la oposición (o que se sabía que eran opositores), usando a personas fallecidas para simular sufragios priistas (sí, votaban los muertos), o moviendo de sección electoral a los electores para que no encontraran su casilla (el llamado “ratón loco”), que no era otra cosa que robarse la urna. También se embarazaban urnas, se llenaban con votos a favor del PRI, lo que dio lugar a las famosas casillas “zapato”, donde el PRI ganaba 9 a 1, o de plano, 10-0, cero votos opositores.
Poco después llegaron los resultados teatrales, sitios donde había ganado la oposición, pero los priistas distorsionaban el voto de forma más moderada, por ejemplo, con resultados de 60-40 para el PRI, lo que amainaba las protestas en unas cuantas semanas.
El caso es que, gracias a la democracia electoral que tenemos, Andrés Manuel López Obrador llegó al poder, y su partido ha ganado todas las elecciones imaginables que le han permitido dominar el mapa electoral del país. Es inadmisible que después de tantas luchas de millones de mexicanos el Presidente y su partido vengan ahora a tratar de ser aquel Carlos Salinas de Gortari que ponía y quitaba gobernadores, alcaldes y congresos locales, y aquel PRI que organizaba fraudes cada año.
Damas y Caballeros legisladores (incluidos quienes tengan una pizca de independencia dentro Morena), deténgalos, impidan este inminente intento de feminicidio de nuestra joven democracia electoral.
Que con el INE no se metan. Rotundamente, no.
BAJO FONDO
En nuestro sistema electoral el padrón es confeccionado por una autoridad independiente al gobierno, a cualquier gobierno, del color que sea, y es auditado de forma permanente por todos los partidos políticos en 333 comisiones de vigilancia (una nacional, 32 locales y 300 distritales).
Se verifica la autenticidad de cada alta, de cada baja, de cada cambio de domicilio. Vaya, hasta de los muertos, para evitar que los muertos voten como una trapacería electoral de algún partido. Hay técnicas censales y muestrales de verificación acerca de la consistencia del padrón.
No es cualquier cosa, el padrón, a diferencia de los tiempos del PRI en el poder, hoy es la base de la que, para cada votación, se desprende la lista nominal de electores. Es decir, gracias a esa lista sabemos quiénes van a votar, quiénes pueden votar.
La iniciativa de reforma constitucional en materia electoral del Presidente y Morena contempla que el INE pierda la atribución constitucional de confeccionar el padrón. Imagínese usted, sólo haría la lista nominal, y a partir de datos que le entregue la Secretaría de Gobernación. Para que me entienda usted la gravedad de semejante planteamiento, si estuviera vigente hoy mismo: Adán Augusto López, quizá por medio de una consulta en Palacio Nacional, decidiría quién vota y quién no sufraga, de acuerdo a las listas que le hicieran llegar sus camisas moradas. Una zona desfavorable en las encuestas para el partido en el poder, podría sufrir un severo rasurado del padrón.
¿Qué dice expresamente la Constitución hasta ahora? El artículo 41 señala lo que es potestad del INE:
“Apartado B. Corresponde al Instituto Nacional Electoral en los términos que establecen esta Constitución y las leyes:
“a) Para los procesos electorales federales y locales:
“3. El padrón y la lista de electores.”
¿Qué dice la iniciativa de Morena?
En la página 35 plantea reformar dicho numeral para quedar de la siguiente manera:
“Apartado B. Corresponde al Instituto Nacional de Elecciones y Consultas (le cambia el nombre al INE), en los términos que establecen esta Constitución y las leyes:
“a) Para los procesos electorales federales y locales:
“3. La integración de la lista nominal de electores”
La mayoría de los legisladores deben impedir que el tejido del padrón quede en manos de la Secretaría de Gobernación y sin vigilancia permanente de los partidos políticos. El padrón electoral es la base de datos más robusta y confiable de la ciudadanía del país. No se puede perder ese instrumento indispensable de identidad ciudadana y de confianza en los comicios.
AL FONDO
Se vienen momentos decisivos en la defensa de nuestro sistema electoral. En las próximas semanas vamos a ver de qué están hechos los políticos mexicanos de cada partido. Todos, absolutamente todos. Serán horas difíciles, en las que debemos evidenciar a quienes exhiban sus genes antidemocráticos (y sobre todo, a quienes intenten disimularlos), esos chips autoritarios que pretenden avalar un severo golpe regresivo, el cual nos depositaría en las peores épocas de la dictadura imperfecta del siglo pasado mexicano.
Cuidado, Damas y Caballeros, en serio: cuidado.
Twitter: @jpbecerraacosta