Esta semana se cumplieron ocho meses del atentado que sufrió mi querido amigo y colega Ciro Gómez Leyva. En ese entonces, 17 de diciembre, escribí:

“Más allá de los hijos del sicariato, pienso en quién o quiénes los contrataron… y no sé qué pensar. Hoy, carezco de certezas. Ciro, también.”

Han pasado 247 días desde que la Fiscalía General de Justicia de Ciudad de México inició las pesquisas y seguimos igual: no sabemos nada sobre las motivaciones del atentado. Ciro, con sobriedad y estoicismo, se ha negado a especular durante todo este tiempo. Ha hecho muy bien: los periodistas no especulamos, reporteamos; buscamos información, la documentamos, la verificamos. Y si no la hallamos, no mentimos, no volamos, aceptamos que no la encontramos. Lo que podemos constatar hasta ahora es que hay trece detenidos y un prófugo, pero del fondo del asunto, del móvil, de la autoría intelectual, no se sabe nada. ¿Incapacidad de la Fiscalía? ¿Encubrimiento? ¿Algo más?

Pregunto de esa manera porque no hay más información disponible. Ciro agradece que haya detenidos pero ha decidido solicitar la intervención de la Fiscalía General de la República (FGR), que ya atrajo el caso.

“Mi incertidumbre sobre quién quiso matarme es total. Tengo que confiar en las instituciones y FGR es la otra institución a la que puedo acudir. Todo, para reducir la incertidumbre que me rodea: alguien quiso matarme o alguien quiso enviarme un mensaje.”

La incertidumbre que padece Ciro es terrible porque procede de un hecho (“No sé por qué atentaron contra mí”) y termina con una pregunta durísima, escalofriante:

“Como no sé qué motivó el ataque, ¿podrían volver a atentar contra mí?”

Ocho meses y nada. Por eso la incertidumbre de Ciro también es la mía y la de cada uno de los periodistas críticos que habitan este país (dije periodistas, no propagandistas ni seudoperiodistas), porque si Ciro es vulnerable, todos somos vulnerables.

Hoy sólo tenemos preguntas sin respuesta y eso inevitablemente atañe a nuestro oficio. ¿Quién y por qué contrató a los sicarios para que atacaran a Ciro? ¿Quién o quiénes ordenaron esa infamia y por qué lo hicieron? ¿Por qué quisieron matar o aterrorizar a Ciro? ¿O nos van a inventar que se trataba de una célula criminal durmiente que estaba ociosa y nomás se le ocurrió salir a balear a Ciro, como quien dice “vamos a echar una cascarita para desentumirnos”?

Aquí no hay tirador solitario y no especulo, pero ya va siendo hora de preguntar: ¿fue por algo que Ciro transmitió acerca del crimen organizado? ¿Fue para inhibir sus críticas políticas? ¿O fue un atentado con el sello del antiguo régimen para desestabilizar el ambiente político del país?

Ciro dice que no tiene enemigos ni deudas, que tampoco se trata de un asunto pasional, así que a la Fiscalía capitalina no le quedaban muchas líneas de investigación: de una u otra forma, todo parece circunscribirse a la actividad periodística de mi colega. En una grabación telefónica interceptada por la Fiscalía, uno de los sujetos que participó en la trama del atentado se refiere así a Ciro y a su caso:

“Como es periodista y es re chismoso, el hijo de su puta madre”, no le dan carpetazo.

Perdón, fiscales, pero ahí no vemos la neutralidad del sicario lumpen, el anonimato desinformado de un asesino que sólo va a jalar el gatillo sin que le importe un comino la identidad de su víctima ni las razones para ejecutarla. Esas palabras denotan una animadversión hacia el personaje agredido, producto del adoctrinamiento criminal que le inoculó quien lo haya reclutado, quien lo haya contratado.

A ver si la FGR demuestra voluntad y eficacia para resolver el caso de Ciro, porque la impunidad de los criminales es lo que genera sus inauditos niveles de insolencia y maldad, como vimos en el espantoso caso de los jóvenes de Lagos de Moreno.

BAJO FONDO

He visto que a los sicarios de ese espantoso episodio del terror nacional ocurrido en la región de Los Altos de Jalisco les llaman bestias. No, las bestias no se comportan como ellos. Jamás. He visto que les dicen animales. No, los animales no cometen atrocidades como las que ellos perpetran. Los depredadores matan y despedazan para alimentarse. Un león derrota a otro león y lo expulsa de la manada y de su territorio. Eso es todo. Salvo los perros y gallos de pelea (y los ejemplos que los lectores quieran agregar en sus comentarios); salvo perros y gallos de pelea, que son adiestrados por hombres para que no se detengan hasta que maten a sus contrincantes, los animales no matan por matar.

Los sicarios mexicanos no son bestias ni animales. Por trivializar su condición y su esencia es que no entendemos de lo que son capaces. Creemos que ya han cometido sus barbaridades más atroces y…¡zaz!, otra nueva escena infernal nos conmociona. Así llevamos desde el sexenio de Vicente Fox, brincando de una masacre a otra, narrándolas, y luego olvidándolas hasta que surge una nueva brutalidad que nos vuelve a conmocionar.

¿Tratamos de entender a estos seres malévolos? No. Culpamos a todos los gobiernos y creemos, quién sabe aferrados a qué hilo negro de tertulias sofisticadas, que van a desaparecer por arte y magia de las peroratas de algunos estudiosos que no salen de sus cubículos. Al mal que engendra terror hay que mirarlo a la cara o nunca lo podremos comprender para contenerlo y enfrentarlo. Los sicarios mexicanos son entes malignos, desalmados, carentes de misericordia, de piedad y les vale madres lo que pasaba en Colombia, Italia o Sudáfrica.

Los sicarios mexicanos como los de Lagos de Moreno no están locos, saben perfectamente lo que hacen. Son perversos, malos y compiten por ser peores, año tras año, sexenio tras sexenio, o más bien, cada semana. Son monstruos de la destrucción sin emociones más allá de la ira producto de su machismo que los corroe hasta la columna vertebral y jamás dejarán de desaparecer a seres humanos. Son máquinas destructivas.

¿Qué tienes que tener en el alma, en el corazón, en la cabeza para secuestrar a cinco jóvenes entre 19 y 22 años y despersonalizarlos hasta el punto de volverlos perros de pelea que lanzan patadas, puñetazos y piedras a sus amigos más queridos? ¿Qué clase de seres obligan a un jovencito a cortarle el cuello a su amiguito?

Qué clase de monstruos ha engendrado el crimen organizado mexicano que luego de su nueva y aterradora matanza, la de los Altos de Jalisco, la de Lagos de Moreno, sus sicarios son capaces de escribir en la pared de la mazmorra, esto…

A slaugthering is the Best Medicine.

Una carnicería es la Mejor Medicina.

Ahí estamos, hasta aquí hemos llegado.

TRASFONDO

Mucha oscuridad permite observar la oscuridad.

Y entenderla.

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