Primero los antecedentes, que ya había resumido aquí, en una columna publicada justamente hace dos años (7 de agosto de 2021): desde 1983 y hasta ahora, durante cuarenta años, el Estado mexicano ha fracasado en el combate a la pobreza y a la miseria. Ha habido ligeras fluctuaciones en las cifras sexenales, pero una disminución profunda y sostenida, no ha existido.

Hace diez años, en marzo de 2013, la entonces secretaria de Desarrollo Social, Rosario Robles, me dio un bonche de gráficas con datos duros que ilustraban ese fracaso de las políticas públicas a lo largo de tres décadas. Leí los números: en 1983 (el presidente que iniciaba sexenio era Miguel de la Madrid), el 53% de la población era pobre. Treinta años después (el presidente que empezaba gobierno era Enrique Peña Nieto), todo estaba prácticamente igual: 51.3% de los mexicanos seguía siendo pobre.

Luego de cinco sexenios, la disminución de pobreza y miseria había sido pírrica: de 1.7 puntos porcentuales. Un mísero punto porcentual y siete décimas. Nada. Un fracaso rotundo de priistas y panistas.

En 1984, con De la Madrid, la pobreza patrimonial (la pobreza a secas), afectaba al 53% de los mexicanos, como ya escribí, y la pobreza alimentaria (la miseria) golpeaba al 22.5% de la gente.

Con Carlos Salinas de Gortari nada cambió: entregó el poder con el 52.4% de los mexicanos en pobreza (una reducción de apenas seis décimas), y el 21.2% en estado paupérrimo (una disminución de 1.3 puntos porcentuales).

Ernesto Zedillo, no me cansaré de decirlo, fue un desastre: con la crisis que provocó al inicio de su mandato (94-95), la pobreza creció hasta el 69%, aunque luego bajó a 53.6%, un aumento de poco más de un punto porcentual (1.2) respecto al salinismo. La miseria, que llegó a crecer hasta 37.4%, acabó en 24.1%, casi tres puntos porcentuales más que con Salinas de Gortari (2.9).

Sobre las cifras de Vicente Fox soy especialmente sospechosista (diría Santiago Creel), porque ese inefable personaje era capaz de cualquier cosa, incluso de maquillar todos los datos por medio de la contabilidad creativa que aprendió en una refresquera, pero bueno, concedamos para efectos de esta columna: entregó la pobreza con una reducción considerable: la dejó en 42.7%, una disminución de casi once puntos porcentuales (10.9). La miseria bajó a 13.8%, más de diez puntos porcentuales (10.3).

Felipe Calderón llevó la pobreza a 45.5%, lo que representó un crecimiento de casi tres puntos (2.8). La pobreza extrema, la carencia por acceso a la alimentación (tener lo mínimo para comer, de acuerdo a la nueva forma de medición establecida en 2008) creció de 21.7% a 23.3% en su mandato (1.6 puntos porcentuales).

Enrique Peña Nieto dejó México con en 41.9% de la gente en pobreza, una baja de 3.6 puntos porcentuales, y la pobreza extrema descendió a 7.4%, una disminución de 2.4 puntos porcentuales. La carencia alimenticia la dejó en 20.4%, una baja de casi tres puntos porcentuales (2.9).

Resumen: en 1983, después de que México sufrió las consecuencias de haber sido gobernado por José López Portillo, cinco de cada diez mexicanos eran pobres (53%). En 2018 -35 años más tarde-, al final del insolente priismo de Peña Nieto, cuatro de cada diez mexicanos yacían en pobreza (41.9%). Enumeradas las cosas así, un mexicano menos en pobreza fue todo lo que lograron los proyectos sociales del prianismo.

Nada más.

Un cuarto de siglo y una década habían pasado y México apenas había disminuido once puntos porcentuales su pobreza (11.1). En seis sexenios (cuatro priistas y dos panistas), la pobreza descendió, en promedio, a un ritmo de 1.85 puntos por sexenio. ¡Un punto! Ni siquiera dos. Hay que decirlo claro: en su conjunto, desde los setentas para acá, todos los presidentes priistas y panistas fueron un rotundo desastre para combatir de forma eficiente la pobreza y la miseria.

Un fracaso.

Y a Andrés Manuel López Obrador, ¿también lo agregamos a la lista de presidentes fracasados? El jueves pasado, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) presentó los resultados de la medición de la pobreza a nivel nacional, con base en la información del INEGI. Veamos...

- Entre 2018 y 2022, el porcentaje de gente en situación de pobreza multidimensional pasó de 41.9% a 36.3%. Cinco puntos porcentuales menos (5.6). La población en pobreza pasó de 51.9 a 46.8 millones, una reducción considerable de cinco millones de personas (5.1). Nada mal para un periodo de cuatro años, más si tomamos en cuenta la severa crisis económica que provocó la pandemia.

- Desgraciadamente, el porcentaje de la población en pobreza extrema permaneció prácticamente igual: representaba el 7% en 2018 y creció a 7.1% en 2022. El número de personas miserables pasó de 8.7 a 9.1 millones entre 2018 y 2022, cuatrocientas mil más. En este rubro, mal el gobierno de la 4T, porque se trata de las personas más vulnerables.

- Entre 2018 y 2022, el porcentaje de la población con un ingreso inferior a la Línea de Pobreza por Ingresos (valor monetario de la canasta alimentaria más la canasta no alimentaria) pasó de 49.9% a 43.5%, es decir, descendió de 61.8 a 56.1 millones de personas. Muy bien, cinco millones menos (5.7).

-El porcentaje de la población con un ingreso inferior a la Línea de Pobreza Extrema por Ingresos (valor monetario de la canasta alimentaria) pasó de 14.0% a 12.1% (baja de menos de dos puntos, 1.9), lo que representó una disminución de 17.3 a 15.5 millones de personas que no tienen el ingreso suficiente para adquirir la canasta alimentaria. Para comer lo mínimo, pues. Fue un descenso de menos de dos millones de personas (1.8). Otra vez, la disminución fue menor entre los más vulnerables. Entre los más jodidos, para decirlo con claridad.

- El porcentaje de la población que presentó carencia por acceso a la alimentación “nutritiva y de calidad” también bajó: pasó de 22.2% a 18.2% (4.6 puntos menos), es decir, que descendió de 27.5 a 23.4 millones de personas, cuatro millones menos (4.1). Bien.

- Pero… hay una pésima noticia: el porcentaje de personas con carencia por acceso a los servicios de salud creció de forma alarmante: pasó del 16.2% al 39.1%, lo cual representa un incremento de casi 23 puntos porcentuales (22.9), y un alza de ¡treinta millones de personas (30.3)!, ya que en 2018 eran 20.1 millones en esa condición y en 2022 se contabilizaron a 50.4 millones de personas.

El gobierno federal tiene que revisar y explicar a los ciudadanos qué demonios pasó en el sector salud, porque es inadmisible decir que “Coneval hizo mal las preguntas”, como afirmó el Presidente en una conferencia mañanera.

En resumen, en el combate directo a la pobreza y la miseria durante los primeros cuatro años de AMLO, parece que su estrategia va bien, pero claramente necesita reforzar proyectos productivos para que más mexicanos paupérrimos salgan de esa condición.

BAJO FONDO

De un lado y de otro, los políticos mexicanos y sus cardúmenes de propagandistas no comprenden lo que implica el concepto de pluralidad, cimiento de una nación tan diversa como la nuestra, y esencia de la democracia.

Quieren hegemonías ideológicas (que son las de sus propias visiones, por supuesto), imposiciones de pensamiento, y por ello tienen ataques de urticaria ante la libertad ejercida por quienes son independientes y no están ni con unos ni con otros.

Ellos mienten, son deshonestos, tramposos, codiciosos, y por tanto desconfían de la pulcritud intelectual, de la rectitud de los individuos, de la sobriedad, de aquellos que tienen valores y que por tanto son personas decentes.

La aristocracia política nacional (guinda, tricolor, azul, amarilla, verde, roja y naranja) es tan básica que cree que “los principios” son arranques de campaña con repartición de billetes de a $500.

TRASFONDO

El caos del peligro exuda tranquilidad.

Twitter: @jpbecerraacosta

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