No sé si el Presidente lo sepa, pero el problema de discriminación y racismo es cosa muy seria en México. A él mismo lo discriminan sus malquerientes, que son legión: “López”, le llaman con desprecio. No López Obrador. “López”. Él representa, en la mente supremacista de esos blancos (o que se sienten blancos), a los “prietos”, “morenos” y “negros”, que se visten mal y que no hablan inglés; a las “mucamas”, “chachas”, “sirvientas”, a las “gatas que apestan”; a los albañiles, a los “nacos huevones”, a los “indios que huelen a madres”; a los “maricones” y a las “lesbianas”, a millones de mexicanos que cotidianamente son insultados, etiquetados y discriminados por su color de piel, por su forma de hablar, pensar, vestir, comer, amar y ser.

No sé si el Presidente lo sepa, pero cuando esos whitemexicans le dicen “Lopitoz”, como una forma de insulto racista, lo vinculan con repulsión a millones de mexicanos modestos, personas de clase baja y muy baja de las zonas urbanas y rurales, gente que siempre es discriminada y que sus verdugos quisieran desaparecer, exterminar del país… porque se avergüenzan de su existencia.

No sé si el Presidente lo sepa, pero es tan serio y denigrante este problema de discriminación y racismo, un problema de derechos humanos, que nuestro país concibió una legislación, la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación (2003).

No sé si últimamente el Presidente haya leído la Constitución vigente (no la de 1857), ese librito que el otro día me pareció ver en su escritorio, en versión minúscula. Ahí, en el Artículo 1°, no sé si el Presidente sepa que dice: “Queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas”.

De ese tamaño es el problema: está citado en el primer artículo constitucional. Y no sé si el Presidente sepa que este asunto causa tanta desigualdad (me pareció entender que él lucha contra la desigualdad), que por eso nos dotamos, como sociedad, del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), que por supuesto que tiene presupuesto: 161 millones de pesos anuales, que son muchos menos pesos que los recursos de la Oficina de la Presidencia para la Promoción y Desarrollo del Béisbol en México (Probeis), que tuvo $350 millones de pesos en 2019 y $280 millones en 2020.

No sé si el Presidente sepa del tamaño de las estadísticas sobre discriminación, o si él tenga otros datos, pero aquí algunas cifras que surgieron de la Encuesta Nacional sobre Discriminación, un trabajo del INEGI y el Conapred, en conjunto con la CNDH, la UNAM, y el Conacyt:

-Dos de cada diez mexicanos adultos han sido discriminados: 20.2% de la población.

-En el momento de la encuesta (2017) había 84 millones 8 mil 180 personas de 18 años y más en el país. Eso implica que 16 millones 969 mil 652 personas, casi 17 millones, han padecido discriminación en México. No, no lo sabía el Presidente: si lo hubiera sabido, no hubiera planteado extinguir al Conapred, que atiende un promedio de 2.4 quejas por día y establece un promedio de 18 medidas cautelares por mes. El Conapred debe ser reforzado, no menospreciado.

Alguien en Palacio Nacional debe hacerle ver al Presidente que en una sociedad racista como la mexicana no debe desaparecer un organismo tan importante, muchos menos por un enojo o exabrupto de él, o de Beatriz Gutiérrez Müller, incluso si ambos tuvieron razón para indignarse por el insulto de un innombrable skinhead y una pifia del organismo…

jp.becerra.acosta.m@gmail.com Twitter:@jpbecerraacosta

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