Como ya lo abordamos en entregas pasadas, en México hay una creciente contaminación de los mantos acuíferos, la Conagua ha reducido el número de supervisiones hasta convertirse en un organismo inoperante, delegando prácticamente todo en las Comisiones Estatales de Agua y los Organismos Operadores.
Aunado a ello, el presupuesto y consecuente mantenimiento que se le ha dado a la red de agua potable ha disminuido drásticamente los últimos años; en prácticamente todo el territorio nacional los materiales de dicha red son obsoletos y permiten la filtración, fuga y contaminación del agua que llega hasta nuestros hogares.
Hoy en día, poca gente se atrevería a beber agua de la llave. Así empezó a proliferar el agua embotellada. Al tratarse de una materia prima barata, rápidamente surgieron en las colonias negocios rellenadores que, si bien prometen purificar el agua, la realidad es que hoy por hoy representan un problema de salud pública que puede agravarse a mediano plazo.
De acuerdo con INEGI, actualmente existen a nivel nacional unas 24,000 rellenadoras de agua. Sin embargo, sabemos que hay un importante subregistro, debido a que la mayoría de los negocios operan clandestinamente.
Una rellenadora bien establecida debe: instalarse en un inmueble con uso de suelo comercial y giro para expendio de agua; tramitar permisos sanitarios ante la autoridad local; darse de alta ante el SAT; contar con el aviso de inicio de operaciones ante Cofepris, y tener los sellos de revisión de Protección Civil.
Pocos son los que realmente cumplen todos los criterios. Abundan este tipo de negocios instalados en garages, patios o bodegas, tomando el agua del grifo (a veces sin pagarla) y vendiéndola luego de hacerla pasar, en el mejor de los casos, por algunos filtros con escaso mantenimiento.
También han proliferado las “ventanas” de autoservicio. Se trata de máquinas despachadoras que dejan al consumidor la responsabilidad de lavar sus garrafones. Estos expendios suelen estar en calles muy transitadas y funcionan con monedas, lo cual es un factor de riesgo de contaminación. Además, la mayoría de las boquillas por donde sale el agua están llenas de hongos y sarro.
Con todo esto, los negocios rellenadores se siguen multiplicando, pero, ¿por qué pasa esto?, la respuesta es simple: No se hace valer la ley ni el cumplimiento de las normas. La revisión de las autoridades es escasa, y en muchas ocasiones, los verificadores se hacen de la vista gorda posterior a un “arreglo”.
La Cofepris, entidad responsable de inspeccionar dichos establecimientos, está dividida en Comisiones Estatales, quienes no tienen criterios ni protocolos homologados, de tal suerte que cada Estado permite diferente grado de acción de los tres órdenes de Gobierno, es decir, algunos delegan la responsabilidad en los Municipios y otros lo centralizan.
Mientras esto ocurre, las enfermedades gastrointestinales son el tercer padecimiento más común entre los mexicanos. En 2020 se presentaron 2.58 millones de casos en todo el país y, aunque sería muy difícil saber cuántos de ellos fueron causados por beber agua sin purificar, con los factores ya abordados, es de suponerse que el consumo de agua es una de las raíces del problema.
Las crisis en torno al agua en México se van a multiplicar y a agravar si seguimos sin destinar recursos ni establecer políticas públicas con miras a futuro. Todavía podemos revertir este problema, pero no por mucho tiempo.