“Las patrias se salvan como se salvan los hombres; los hombres que han sabido recibir serenamente el martirio; los hombres que han sabido superar el dolor con la esperanza y con la certeza de que ese episodio temporal, será dominado por la salvación definitiva.” - Efraín González Luna
Recuerdo mis días en la Universidad, específicamente en la Facultad de Derecho de la Autónoma de Morelos. Ya participaba en política cuando decidí estudiar allí. Como un convencido de la educación pública, y de las instituciones públicas en general, quería vivirla; no solo académicamente sino políticamente.
A quien conoce la política universitaria, sabe del salvajismo que ahí se concentra, las personalidades que allí se forjan y moldean cada semestre. Ese era el llamado que sentí para situarme en esas aulas.
En ocasiones, los seres humanos sentimos que los logros que se obtienen en la adversidad son los de mayor valía o simplemente los que sí valen. Yo estaba seguro de ello, no sé si por naturaleza o por la belleza que encontré en la lucha de miles de mexicanos que se involucraron en política para derrocar tiranías y que murieron con la incógnita de saber si algún día sus desvelos y tragedias rindieron triunfos… aunque seguramente partieron con la tranquilidad de haber traído esperanza.
Un año antes de mi ingreso, el PRI volvió a Los Pinos y regresó al PAN al rol opositor; en la Universidad era similar. Los panistas éramos muy pocos y estábamos solos, recuerdo a no más de un catedrático afín a Acción Nacional, los demás eran priistas o perredistas: izquierdistas.
Nos movíamos no solo con sigilo sino en un lugar reducido, había poco espacio para nuestras ideas y aunque las defendíamos con valor, no puedo negar que la presión de pensar a la derecha fue objeto de escarnio, incluso algunos simpatizantes nuestros preferían decir que les atraía el PAN, pero para salvar, según ellos, su reputación democrática, terminaban la frase añadiendo que les era incómodo que fuera un partido de derecha. Nada más incongruente que eso, pues si tienes afinidad a la forma de conducirse de un partido político es precisamente por sus acciones y estas derivan, siempre, de su ideología y/o doctrina.
¿Por qué es tan difícil ser de derecha en México y por qué el aplauso y la salvación moral está en la izquierda, si está demostrado, no solo en Latinoamérica sino en nuestro país, que lo que se concibe como izquierda siempre hereda pobreza, caos y sumisión entre el pueblo, y lo que encontramos en la derecha trae consigo mejores condiciones de vida?
Tengo una explicación: lo positivo de la verdadera izquierda se encuentra en su discurso y pensamiento, mientras que la derecha triunfa en los hechos, y las palabras siempre enamoran.
Pueden ser los más pillos, hacer los negocios más sucios para enriquecerse, pero en una noche de cervezas dicen que están del lado de los más pobres y entonces curan sus maldades. Ir a la urna y votar por la izquierda les da una sensación de purificación.
Actualmente, lo complicado es hablar con la verdad en tiempos donde la verdad solo es verdad si atraviesa las más entrampadas pruebas de la progresía, y si esta no cumple con sus expectativas te llevarán a la palestra bajo argumento de haber cometido el pecado de nuestros tiempos: el discurso de odio.
Este ejemplo no solo sucede en conversaciones cotidianas, existe en el debate público y en el político, el ruido ha sido estruendoso, alcanzó la falsa virtud de proclamar como verdad todo lo que provenga del progresismo y de sus representantes que, obviamente, son los mismos representantes de la izquierda.
Como lo dije antes, estos representantes buscan la reivindicación social después de haber cometido errores en sus gobiernos o cargos públicos insinuando a la población que, al menos, no los gobierna la derecha, como si eso fuera realmente lo que deberíamos evitar como pueblo. Declararon a la derecha el enemigo público sin dejar cabida siquiera para la interrogante sobre qué es la derecha realmente.
Por eso, escritores como Fernando Savater en su libro “Carne gobernada” o artistas como Joaquín Sabina en entrevistas, han declarado su pase de la izquierda a la derecha o por lo menos, a lo que no sea la izquierda.
Morena gobernará los próximos seis años, pero para que no se conviertan en doce, es necesario que México tenga una alternativa real al régimen, una que represente no solo un lugar de confrontación, sino la esperanza de algo nuevo, algo distinto, quizá lo que necesitamos es una institución que defienda la verdad, eso sería sacarnos de una opresión a la que nos hemos sometido continuamente desde el nacimiento del wokeismo. La derecha mexicana debe ser aquella que le de voz a quienes piensan que en los Juegos Olímpicos se ofendió al Cristianismo, que sea capaz de asimilar la diversidad entre las personas, pero que tenga el ímpetu para señalar que en movimientos disfrazados de inclusión puede haber perversidad.
Para demostrar que hay espacio para esto solo basta con revisar la red social más popular del mundo (TikTok), en donde los podcasts de personas que saltan las reglas del progresismo obtienen millones de seguidores y comentarios de apoyo a ese estilo. El buenaondismo va en decadencia, la gente se cansó de fingir, debe haber defensores de la verdad en las máximas tribunas.
La derecha que se debe conformar en México no puede ser populista, pero debe ser popular, una derecha humanista capaz de demostrar que la política no es más que un instrumento para hacer el bien, para la caridad y para el bien común. Es urgente para la trascendencia de nuestra sociedad, que cada vez está más politizada, que los pensamientos no se amordacen desde los gobiernos, ¡no debe haber estrategias exitosas en favor del silencio!
Es responsabilidad absoluta de los partidos políticos asegurar que en las universidades no se vivan condenas ideológicas, sino pluralidad. Eso se logra con el ejemplo vivo de nuestra política, con discursos potentes que llenen de aliento a los jóvenes para defender sus ideas en cualquier lugar, público o privado. Defender la verdad y negarse a la realidad impuesta por los intelectuales que sugieren todo desde lugares ajenos a la vida del ciudadano de a pie es el camino correcto. Si es necesario proponer medidas estrictas e impopulares para ciertos grupos, mientras conecten con las vidas de los votantes, pues que se propongan, solo así podríamos estar ante la presencia de la alternativa política que muchos esperan.
Hay lugar que debe ocuparse por la derecha popular en México y naturalmente Acción Nacional debe llenarlo.