La influencia de los genes sobre nuestros pensamientos, acciones y decisiones es inmensa. A nadie nos gusta escuchar que nuestras elecciones no son producto única y exclusivamente del esfuerzo consciente, pero la realidad es otra.

Los avances que hemos tenido como humanidad en áreas como Genética y Psicología Evolucionista han develado cómo nuestra arquitectura biológica no solo define nuestro fenotipo (cómo nos vemos) sino también cómo tendemos a actuar. A dichos patrones conductuales se les conoce comúnmente como instintos, los cuales moderan nuestros comportamientos con ayuda de los instrumentos más potentes que tienen: las emociones y sentimientos.

Daniel Kahneman, premio Nobel de Economía, ya ha documentado magistralmente cómo es que los procesos de toma de decisión humanos obedecen a fuerzas principalmente intuitivas no racionales.

Increíblemente, en el año 2001 logramos descodificar el Genoma Humano, revelando, poco a poco, las instrucciones que marcan cómo tendemos a actuar, las cuales forjan en gran parte nuestras personalidades.

Como nota especial, sin duda todos tenemos la facultad de elegir consciente y racionalmente; sin embargo, dicho esfuerzo no es el que guía principalmente nuestras decisiones. Por ejemplo, aún en cuestiones rigurosamente lógicas, un sesgo de confirmación nos llevará a preferir aquello en línea con nuestras creencias. ¿Acaso no tendemos a validar lo que dice el político que nos “cae bien” y a contradecir lo que dice el que “nos cae mal”?

Proteger nuestro sistema de creencias personal es un mandato genético porque ha significado ventajas de supervivencia en el mapa evolutivo, pero en distintos contextos resultará en efectos adversos poco alineados a la realidad.

Dicho esto, una decisión económica inteligente debe ver más allá de los sesgos cognitivos y conductuales que operan en niveles inconscientes.

Igualmente, en un plano de libre mercado, aquello que tendemos a comprar es colosalmente influido por los códigos genéticos. No compramos productos ni servicios, sino la posibilidad de satisfacer deseos (instintivos, en este caso). Por ejemplo, Louis Vuitton no vende bolsas, sino un deseo de dominación cumplido, el cual experimentamos todos, ya que nuestra especie está programada para organizarse en sistemas sociales jerárquicos y para anhelar alcanzar las posiciones más altas.

La Economía en un sistema capitalista necesita de un foco “objetivo” para alcanzar sus formas más eficientes, pero se trata de saber lidiar con los procesos no racionales que representa el comportamiento humano.

¿Esto significa que todo está escrito y podemos aspirar a controlar la economía descodificando los patrones genéticos humanos? Teóricamente, sí, pero la respuesta a esta pregunta no es tan sencilla. Se trata de procesos tan complejos que estamos muy lejos de comprender a fondo; además, existen fenómenos epigenéticos que “prenden y apagan” los genes con base en nuestras experiencias.

Entonces, no todo está dicho, pero comprender la influencia de los genes en todo lo que tenga que ver con interacciones humanas, incluyendo áreas como Economía, Mercadotecnia, Ventas, Política, Dirección Comercial y muchas más, hoy en día es un requisito para su desarrollo óptimo.

Profesor de Creatividad y Etología Económica en el sistema UP/IPADE. Director de

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