El resultado de la elección del 2 de junio fue contundente para la oposición. El alegato de un fraude carece de legitimidad y sentido. Desde elecciones anteriores era claro que las dirigencias del PAN, PRI y PRD veían tomando malas decisiones, lo cual se reflejó en la perdida de gubernaturas. Tal ha sido su fracaso que el PRD perderá su registro; el PRI será satélite del PAN y estará en camino de perder Coahuila y Durango.

El PAN parece ser el único partido de oposición –de la coalición- con algún futuro, pero necesita de manera urgente retomar su historia y principios para, desde ahí, construir una autocrítica que le permita hacer el relevo en la dirigencia nacional. El poco poder que tienen es un riesgo que puede fragmentarlos. ¿Quién para dirigir al partido? Tendría que ser una mujer. No es necesario buscar mucho, tienen la figura de Xóchitl Gálvez, el problema es que ella no milita y eso complicaría su aceptación. ¿Entonces quién? Kenia López, no. Necesitan liderazgos que sepan ganar en territorio. El PAN necesitará territorio y mística, eso solo lo podría dar Diego Sinhue, gobernador de Guanajuato, que retuvo su estado o Tere Jiménez que fue la única que ganó su estado para la elección presidencial. Un error sería poner a Jorge Romero, quien perdió la Ciudad de México y perpetuaría un partido parecido al de Marko Cortés donde las candidaturas rentables y los cargos importantes se reparten entre un grupo cerrado. El PAN necesita reactivar su democracia interna y terminar con los cacicazgos que lo han convertido en un partido antidemocrático y cerrado a la competencia. Su camino es complicado, tiene dos salidas: democracia interna y competencia real; o perpetuación de una élite partidista que sobreviva del voto duro y no crezca más allá de eso.

El PRI puede perder aún más. Alito Moreno ha cancelado la vida democrática interna. Ha reducido al partido a una cuarta fuerza, donde ya no será bisagra y algunos de sus diputados y senadores terminaran brincando a la bancada de Morena. Su futuro pasa por renovarse y abrir camino a las nuevas generaciones que serán el vínculo con el sector de la sociedad que sigue teniendo identificación con el partido.

Sería momento de que tanto el PRI como el PAN revaloraran si la alianza es redituable, los resultados han sido negativos y es conveniente que ambos partidos recuperan su identidad y su programa para reencontrar a su electorado.

De este mosaico que es la oposición Movimiento Ciudadano es el ganador indiscutible. Creció en votos. Gobierna dos estados. Tiene identidad. Generó cercanía con el sector más joven de la población y posee perfiles potenciales para 2027 y 2030.

El panorama es complejo para la oposición, ningún partido será bisagra, Morena y sus aliados no los necesitan para aprobar el plan C, se enfrentarán a la complejidad de tener menos presupuesto y a la desaparición de los plurinominales, que no ha sido un medio democrático interno sino al contrario la perpetuación de las cúpulas de esos partidos. Lo mejor que podría pasarle al PRI y al PAN sería una rebelión de la militancia que quitará a las actuales dirigencias y le diera la oportunidad a quienes militan por convicción.

El futuro del PRI y el PAN se encuentra en como elijan a sus dirigencias: si se perpetúan los de siempre tendremos partidos testimoniales que buscarán ganar donde su voto duro se los permite; y si hay apertura y democracia interna se puede recomponer el futuro de estos institutos en 2030.

Hasta aquí Monstruos y Máscaras…

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