Han Kang se ha convertido en la primera mujer surcoreana en ganar el Premio Nobel de literatura. Sus libros son un remanso poético donde se entreteje la condición humana y se presentan las problemáticas universales que padecemos como sociedad.

En español se pueden encontrar La vegetariana, La clase de griego, Actos humanos e Imposible decir adiós. Novelas breves, pero de un contenido profundo donde se exploran los contrastes de la sociedad y se recalcan los machismos recalcitrantes que nos siguen persiguiendo.

Una de las particularidades, de las novelas de Kang, es la poca presencia de nombres. Esa ausencia es un obsequio al lector para que pueda encontrarse frente a un espejo y observarse; darse cuenta que esa página lo describe, que la sociedad oriental tiene más cercanía, de la que pensamos, con la occidental. Nos pertenecen los mismos problemas, somos dueños de los demonios que por siglos han mortificado a la sociedad; y esto solo se puede percibir cuando se guarda silencio. El ruido es silenciado por la suavidad de la prosa de Han Kang: “cuando sales al amanecer y sientes el aire frío, te das cuenta de cuán tibio y frágil es el cuerpo humano. Al amanecer todas las cosas destilan una luz azulada y los ojos, limpios por el sueño del que acaba de despertar, la absorben milagrosamente.” (La clase de griego).

Existe también un diálogo permanente entre los personajes a través de los sentidos, los cuales se desarrollan más en unos que en otros. La vista sirve para escuchar la suavidad de los labios que enuncian palabras; el oído para mirar la forma de las letras. Los personajes se comunican entre ellos a través de su imaginación y el contacto humano más profundo que nace entre dos cuerpo que necesitan el alma para conocer al otro. Surge entre ellos el lado humano que permite comprenderse y ayudarse, no son desconocidos por que la soledad los hace únicos. La autora lleva al extremo el uso del lenguaje, lo utiliza en toda su capacidad para construir el puente con el lector y los personajes. Formamos parte de ese espacio rodeado de palabras, nos convertimos en uno más de los personajes.

El cuerpo aparece como espacio: de libertad “si había algo que la hacía diferente del resto de las mujeres era que no usaba sujetador.” (La vegetariana) donde cada personaje, como Yeonghye, deciden asumir con plena independencia que harán con él, rompen con lo establecido en la sociedad: desafiando, así, lo que parece ser correcto; y de represión y violencia donde el poder actúa para perpetuar las dictaduras y los totalitarismos, “Nuestros cuerpos estaban apilados en forma de cruz. Sobre mi barriga tenía a un señor desconocido, colocado en ángulo de noventa grados, y encima de la barriga del señor había un joven bastante mayor que yo, también desconocido.” (Actos humanos)

Cada novela disecciona una parte de la condición humana, lo hace mediante una prosa poética-pautada donde cada palabra es aquilatada y desafía al lector: recoge las características particulares de la dictadura; del ser vegetariana en una sociedad carnívora y machista; la perdida de los sentidos; y la tradición literaria que alimenta la parte onírica de la humanidad.

Mucho hay que profundizar sobre la obra de Han Kang, pero esta es una primera invitación a leerla, para entendernos y comprender nuestro tiempo, “el verano llegó a su fin, acabó la estación en la que el mundo entero parecía hablarme con toda la potencia de su voz.” (Imposible decir adiós).

Hasta aquí Monstruos y Máscaras…

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.