En el año 2022 la noticia de la muerte del cineasta francés Jean-Luc Godard causó polémica, él decidió optar por el suicidio asistido luego de estar afectado por “múltiples enfermedades incapacitantes”. En Suiza esta posibilidad existe y se permite, también, que las personas extranjeras la realicen, es lo que se conoce como “turismo de la muerte”.
La eutanasia es un tema polémico en nuestras sociedades ya que su debate retoma el viejo dilema de los límites entre las esferas pública, privada e íntima, evidenciando, así, la línea delgada que hay entre moral y ética, en esta última se centran las críticas de algunos sectores de la sociedad que, en muchos casos, construyen su postura desde una visión religiosa que dista de estar edificada con datos científicos.
¿Qué tanto derecho tiene una persona con enfermedad terminal a decidir concluir con su vida y no prolongar la agonía? Es un secreto a voces que la eutanasia se ha practicado siempre. En muchas de las ocasiones los familiares deciden no prolongar por más tiempo el sufrimiento del enfermo y piden, en secreto porque es un delito, al médico ayudar a morir a su familiar. El acuerdo se da basado en la imposibilidad médica de rescatar aquella vida, eso es lo que hace que los médicos tomen una decisión que permite darle dignidad al paciente.
Quienes se oponen a la eutanasia hacen una defensa férrea de la vida, pero: ¿se le puede llamar vida a la agonía y el sufrimiento? Todos, en algún momento podríamos estar ante una situación donde no haya esperanza, ¿no tenemos el derecho a decidir una muerte con dignidad? ¿Qué no es egoísta prolongar algo que irremediablemente sucederá solo porque a algunos se les ocurre que debe protegerse la vida aunque su nombre se haya convertido en agonía?
Hay que puntualizar que no se trata de legalizar que todo aquel que desee quitarse la vida lo haga sino que se tiene que garantizar que legalmente exista esa opción cuando médica y científicamente ya no haya esperanza y la persona desde su Yo pueda decidir sobre sí desea prolongar la agonía o descansar de los dolores y la tortura de saber que no existe posibilidad de salvarse y retomar su vida de manera normal. Esta situación se complica, aún más, cuando el enfermo no tiene la posibilidad de elegir, entonces: ¿los familiares tienen derecho a decidir sobre la vida del otro?
La eutanasia tiene dos extremos: la decisión personal o la de un tercero. Debería explorarse empezar a avanzar con el tema de manera progresiva aprobando la eutanasia solo cuando la persona tenga la capacidad de elegir esa opción, y pensar legal y éticamente que tanto derecho tiene un tercero a decidir sobre la vida del otro.
El tema nos exige analizarlo desde un aspecto ético, quitándonos las ataduras morales que pueden enturbiar el debate serio, poniendo en el centro la idea de la muerte digna, porque ya no se defiende la vida si no que se busca garantizar que la persona tenga un final sin sufrimiento.
La eutanasia tendría que ser debatida desde todas las áreas posibles: derecho, medicina, filosofía, política, antropología. Agotar el debate hasta que se vean todas las vertientes desde donde puede ser analizada.
Debemos de debatir los temas que implican abordar los límites entre la esfera privada e íntima. Se tiene que hacer un llamado a respetar el derecho de la persona, como ser pensante, a decidir sobre su cuerpo y a optar, como en el caso de la eutanasia, por una muerte digna y sin sufrimiento.
Hasta aquí Monstruos y Máscaras…