Como Don Quijote iniciamos cabalgando, en este año 2025, con la ilusión de un tiempo distinto. Anhelamos que nuestros sueños encuentren un destino feliz y satisfactorio.
Comenzamos cada año, entonces, con un cuerpo humano que posee una mente literaria donde la imaginación nos llena de esperanza. Tenemos los ánimos en el cielo y las ganas de andar recobran fuerza. Cabalgamos cada año a un futuro que deseamos sea mejor. Corremos el riesgo de que el menor tropezón termine por desmotivar ese ímpetu y hacernos sentir que nada cambiará, pero esa energía dada por la imaginación nos recuerda la materia, principal, de la que estamos constituidos: sueños.
Soñamos para tener la posibilidad de vivir dos vidas y leemos para prolongar el sueño que nos aísle de la cruenta y tenebrosa realidad que padecemos; y para hacer uso de las imágenes de nuestro cerebro que transitan dentro de nuestra mente con plena libertad venciendo, así, a la autocensura que le podemos dar.
Iniciamos todo año como Don Quijote enfrentado a molinos-monstruos que nos hieren porque nos recuerdan las marcas de la vida, como él cabalgamos con la firme convicción de encontrar a nuestra Dulcinea, porque si somos seres compuestos de sueños nuestro interior es un motor que se mueve por el amor y las pasiones “porque el caballero andante sin amores era árbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma.”
Recuperar la naturaleza humana es un desafío que nos aísla de lo material. Nos permite ser capaces de pensar e imaginar; de inventar y de conocer el poder de la palabra que cuando es escrita en la hoja en blanco no forma palabras sino imágenes que son capturadas en nuestra imaginación y que revitalizan nuestra alma.
Cabalgamos el año que inicia con la ilusión de un tiempo mejor y sabemos que lo de afuera nos desafía. Nos exige el ejercicio individual de sumar para el interés colectivo, sabemos que somos seres gregarios: necesitamos del otro para sabernos vivos, platicarle nuestros sueños, conocer los suyos, retratarlos en una hoja de papel o una cueva y derrotar así al inescrutable tiempo, vencedor de todos los hombres, pero nunca de las imaginaciones.
El año que inicia tiene grandes retos, para nuestra nación, económicos, políticos, internacionales, pero sin duda alguna el mayor desafío que tendremos es darle un lugar preponderante a la cultura y la educación y agregaría, también, a la ciencia y la tecnología con la exigencia de incorporarla a nuestra vida sin perder de vista el sentido humano y ético; colocarlas como una fuente de conocimiento que sirva para mejorar las condiciones de vida de las personas.
Tendremos que leer más e invitar a que otros lo hagan. Solo la lectura nos permitirá recuperar el lado humanista que hemos perdido como sociedad a causa de las atrocidades de un tiempo de violencia desmedida. Leer es el instrumento más fiel para recobrar la capacidad de soñar e imaginar realidades diferentes, mejores y plurales.
El libro es y seguirá siendo la herramienta para imaginar y vivir en un mundo más humano y justo, de eso no debemos perder, nunca, la esperanza o como Don Quijote le diría a Sancho: “no es un hombre más que otro, si no hace más que otro. Todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas, porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca.”