A Estela Ruíz

J. se despertó con la necesidad de escribir su artículo para el periódico. Había cerrado el año con una columna triste, eso le dijo su esposa. Pero, de que hablar en un tiempo donde solo suceden tragedias y se buscan salidas sin llegar a ningún lado. ¿De qué escribir? Quizá era cierto y los lectores ya tenían bastante con enfrentarse a su realidad para que tuvieran que leer a un tipo melancólico.

Sabía que no podía escapar de su realidad y menos mentir. El periodista debe de tener un compromiso serio con la verdad, con la descripción de lo que sucede. Trazar con palabras el dolor de las familias que pierden a sus seres queridos; el sufrimiento de la gente que no tiene acceso al sistema de salud; la pobreza; la guerra; las locuras de las sociedades que eligen personajes caricaturescos, y un largo etcétera. Aquel carnaval llamado vida tiene que ser retratado. Eso pensaba J.

El silencio del sueño le permitió trazar su artículo.

Escribió sobre las palabras que más le gustaban. Las que habían perdido valor y quizá estaban amenazadas con desaparecer. Nombrarlas era entregarlas al lector. Otorgarles la posibilidad de encontrar en el lenguaje una posibilidad de ver una realidad diferente.

Escribió como primera palabra: Otredad, “la capacidad de ser otro”, eso dice la Real Academia Española. Aquella capacidad, olvidada, que permite entender lo que al otro le pasa. Lo que siente. Sumergirse en su epidermis y encontrar que el mundo va más allá del yo. Asumirse en el otro es pensar el porqué de su tristeza, preocupaciones y estrés. Es ser empático y darse el tiempo de contemplar la vida desde los otros. Encontrar que los problemas son comunes y que la situación del otro puede estar peor que la de nosotros. Esta capacidad convierte al individuo en colectivo.

Después escribiría: Esperanza, consiste en esperar a que suceden cosas positivas que mejoren la vida. En un tiempo donde todo va de prisa y las soluciones se esperan sean instantáneas, tanto como hacer una búsqueda en internet y en

cuestión de segundos tener la respuesta a la duda. La ansiedad de nuestro tiempo nos llena de dudas para el futuro. Vivimos ansiosos ya que no todas las soluciones son tan prontas. La esperanza le pertenece a cada persona y el valor de la palabra se recuperará cuando cada individuo la arrebate del vocabulario político.

J. quiso elegir una tercera palabra. Muchas aparecían en su mente. Las palabras eran la herramienta principal de su trabajo, pero intentaba que sus lectores se percataran que las palabras no son tan simples como el hecho de mencionarlas; son importantes ya que el uso de ellas diferencia a los animales de las personas: el lenguaje otorga a la persona de la capacidad de imaginar y de expresarse más allá de sus instintos; la palabra dota de razón.

Pensó y decidió que la última palabra era: Felicidad, que no es permanente y que consiste en hacer lo que hace pleno al individuo; que exige no realizar acciones que irrumpan en la felicidad del otro. La felicidad es un estado de animo que va más allá de lo material. El individuo feliz lo es porque tiene vida, salud, trabajo; vive en un estado de bienestar que le permite disfrutar de lo que hace. La felicidad se consigue cuando se escapa de la fatiga de tener que hacer lo que no da plenitud. Se es feliz con el hecho de caminar en un bosque y poder respirar profundo y sentirse vivo.

Respiró y con tristeza vio anotadas las palabras no incluidas; entendió que si las tres palabras descritas son recuperadas y aplicadas por sus lectores la vida les será más plena en el año que inicia.

Hasta aquí Monstruos y Máscaras…

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