Corría el año 2002 cuando Carlos Fuentes publicó su artículo “Cristina Rivera Garza: una revelación”. Veinte años después la escritora mexicana es una realidad. Su prosa engloba la imaginación y el archivo a través del cual retrata el pasado con sus letras, logrando, así, que no se nos escabulla de las manos.
Con los anteojos bien puestos, la pluma en la mano, la libreta para tomar notas se ha sumergido en los archivos para retratar una realidad que nos pertenece. ¿Qué esconde el archivo? Ella lo intuye y parte de ese presentimiento para guiar su inquietud que la lleva a descubrir sucesos que exigen ser contados, y es aquí donde la prosa poética, que la destaca, aparece para hacer creíble el pasado, llenando los vacíos mediante la imaginación y la palabra.
Cristina Rivera Garza ha logrado consolidar un estilo propio. La experiencia, que da el oficio de escribir, le ha permitido narrar, a partir de la memoria y el archivo, su historia personal que se engarza con momentos históricos de México. Nos entrega su pasado y narra nuestro presente donde la desigualdad, la violencia y la guerra dominan en el imaginario colectivo.
En su escritura aparecen las frases categóricas y aniquiladoras con las cuales el lector se queda sin aire e inmóvil, abstraído en otro tiempo. Esa capacidad narradora impide dejar la lectura, después de aquel momento nada es igual. El lector no podrá volver, a su realidad, siendo el mismo. ¿Cómo hacerlo cuando Rivera Garza encuentra las palabras idóneas para retratar otros tiempos y espacios? “En lugar de cementerios o tumbas, llevan algo de las cenizas de sus muertos en finas bolsas de gamuza que se amarraban a la cintura. Con ellos, pegados a sus cuerpos, sus muertos seguían en movimiento. Desplazándose. Difuminándose.” (Autobiografía del algodón, 2020).
El territorio y el cuerpo son espacios que describe. Los disecciona y los separa para comprenderlos, otorgarlos al lector y aproximarlo, así, al dolor que puede sufrir el cuerpo al cruzar por el territorio reconstruido por la palabra. Esa fragmentación del cuerpo se constata en la formación de sus propios libros donde la realidad y la ficción se entretejen para darle forma a la narración de la historia. Es esta la originalidad de su literatura donde aparece el documento encontrado en el archivo, la entrevista, el diario o sus recuerdos.
Su memoria y su imaginación se conjuntan con la armonía de su prosa para retrata, a través de sus personajes, la condición humana, las pasiones y los sentimientos. Logra de esta manera apropiarse de la voluntad del lector, cautivarlo y extraerlo de su mundo.
Cristina Rivera Garza nos ha recordado una de las funciones de la literatura: desenterrar del olvido las injusticias. Con su novela El invencible verano de Liliana (2021) ha hecho justicia a su hermana, al darle nombre y no dejarla como un número más de los casos de feminicidio. Ha investigado y conformado el expediente de Liliana, dándole voz y con ello, también, se la ha otorgado a las miles de mujeres que su nombre forma parte de los expedientes y del archivo olvidado.
Cristina Rivera Garza es una realidad confirmada con su obra –donde su territorio es la imaginación y su cuerpo la palabra dotada de la libertad y la justicia que solo la literatura nos puede entregar– y reconocimientos como el ser integrante de El Colegio Nacional y el Premio Pulitzer 2024.
Hasta aquí Monstruos y Máscaras…
@Jovanyhg