Nuestra vida se trata de tomar decisiones. No es cosa menor tener que elegir entre dos o más caminos sabiendo que ello traerá consecuencias a nuestras vidas. Por ello muchas personas se quedan pensando sin nunca poder actuar, los invade un temor lapidario que no les permite analizar la mejor opción. Sabemos, y eso nunca debemos dudarlo, que la vida irremediablemente, siempre, se tratará de elegir, pero parece que Pável Granados con su libro Contra la obligación de elegir (Cuadernos misceláneos, 2024) nos enseña que el libre albedrio puede ayudar a hacernos menos compleja la tarea.

El crítico literario, el votante, el lector debe elegir al libro o la persona, un acto de subjetividad que implica asumir creencias, simpatías, diferencias, gustos y disgustos. La lectura nos libera de nuestra realidad. Leemos y nos transportamos a otros tiempos y espacios. Borramos nuestra realidad. Leer es un acto íntimo que no genera ninguna reacción en los otros. Trastocamos la vida de los demás cuando escribimos de lo que hemos leído. Jugamos al personaje de Crítico Literario, lo hacemos con el ánimo de invitar al otro –que es el lector desconocido– a dialogar con nosotros a través de nuestra lectura, que ha dejado de ser íntima para pertenecerle a los demás.

La brevedad del libro de Pável Granados contrasta con la extensión y profundidad de su pensamiento y con la prosa de un cronista-poeta. Su escritura es sinónimo del gran bagaje cultural que posee. No es cosa menor estudiar a Agustín Lara, nuestro músico-poeta, y traerlo a un tiempo donde la música es golpeada por letras grotescas, cacofonías vulgares.

Granados es un estudioso de la cultura popular, se ha dedicado a rescatar nuestro pasado. Sus lecturas le han permitido vencer el tiempo, su escritura resistir a la muerte, “las horas matan: todas hieren, la última mata. Así decía una inscripción, común en los viejos relojes: Vulnerant omnes, ultima necat.”

Pero, ¿de qué nos habla Pável Granados? Del andar por las calles de la tradición. De encontrarse con Reyes y llegar a la calle Goethe que lo traslada a la puerta de Borges donde habita Góngora quien plática con El Quijote. Es un flâneur que se mueve entre la tradición buscando el significado de las palabras y las renombra en tiempo presente, rescatando, así, el pasado, porque “el tiempo, además de mal crítico, tiende a ser lapidario. Por suerte, a veces, se quiebra de viejo y las hierbas de la antigua literatura crecen libremente por entre sus grietas.”

El querido lector de esta columna puede encontrar en la recomendación del libro de Pável Granados una casa con múltiples puertas que lo harán transitar por plumas desconocidas o poco leídas en nuestro tiempo: Luis G. Urbina, Sor Juana Inés de la Cruz, Guillermo Prieto, Manuel Gutiérrez Najera, entre otros. Es una invitación a platicar con los clásicos y al hacerlo escucharnos a nosotros mismos para encontrar, con sorpresa, que nos parecemos a los demás; formamos parte de un todo. Al leer conversamos con el otro, aprendemos a escuchar y comenzamos el diálogo que vence el grito de los necios que ni escuchan ni piensan.

Conversar es escuchar a nuestros muertos, manteniendo vivo su recuerdo o como bien escribe Granados: “yo hablo con mis muertos, pero con los más cercanos. Con los que se van alejando en el tiempo menos, porque incluso olvido el tono de nuestras conversaciones y las palabras que usábamos para confiarnos nuestros asuntos.”

Hasta aquí Monstruos y Máscaras…

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