“A los ocho años dejé entrar un extraño a mi videojuego, me amenazó y tuve miedo, así que desde los ocho hasta los 14 años, le envié fotos desnuda, y cuando ya no pude más, se lo dije a mi mamá y me dio la espalda”.
“Me enamoré de una niña en las redes sociales. Me encantaba, pero el día que nos reunimos para conocernos, ella era un hombre de 61 años”.
“Sufro acoso escolar desde segundo año de primaria. Los mensajes que me mandan a diario son horribles, y como no soy de las niñas perfectas y populares, pues prefiero morirme”.
“Sí nos piden fotos desnudas o de mis partes íntimas en mi escuela, y cuando mi amiga finalmente se las mandó a su novio, él las compartió y ella trató de suicidarse”.
“Yo soy adicto a los videojuegos desde que tengo cinco años, y robo dinero o la tarjeta de crédito de mi papá, para poder seguir jugando”.
“Mi hermano me contó que unos del cártel lo contactaron en las redes, y esa noche ya se iba ir con ellos, pero al final lo convencí y se quedó con nosotros”.
“Me decía que si no tenía relaciones sexuales con él, les diría a mis papás sobre las fotos y los mensajes que le había enviado, así que me obligaba a hacerlo. Cuando yo ya no quería me amenazaba diciéndome que iba a matarse”.
“Jugamos entre cinco u ocho horas al día en los videojuegos. En las madrugadas mientras mis papás están dormidos es cuando más disfruto jugar”.
“Sí veo pornografía porque un amigo mío tiene muchos videos en su teléfono, y todos los días sube cosas nuevas”.
Estos y muchos otros testimonios los escuché en días recientes directamente de niñas y niños que no superaban los 17 años.
Llorar, sentir su dolor e impotencia, escuchar sus gritos de auxilio, y los daños terribles de vivir en mundos para los cuales nunca los preparamos
Saber que el primer acceso a contenidos pornográficos de los jóvenes en internet se anticipa con edades tan tempranas como a los ocho años, y que aún no buscando pornografía la van a encontrar en sus dispositivos, nos obliga a detenernos y tomar decisiones al respecto.
Según Pornhub, un portal de pornografía de acceso gratuito, informa que lo visitan en promedio 130 millones de personas de todo el mundo al día, ocupando México el primer lugar de personas que acceden.
Si los papás o algún familiar está considerando regalar a una niña o niño un celular, tablet o videojuego, podrían estar regalándoles infiernos infiernos que afectarán sus vidas para siempre.
Obsequiarles pantallas sin un instructivo de civismo digital, de controles parentales, educarlos en los beneficios, pero también, en los riesgos, es aventarlos a un abismo de sufrimiento, soledad y violencia inimaginables.
¿Todavía quiere dar estos regalos?