Porque son poco más de 36 millones y representan cerca del 28 por ciento de toda la población en nuestro país. Porque de acuerdo con Aldeas Infantiles, “más de un millón de niñas y niños han perdido el cuidado de sus padres, por razones de violencia intrafamiliar y de género, por la desnutrición, pobreza y explotación sexual comercial, narcotráfico, consumo de drogas, migraciones”.

Porque de acuerdo a REDIM (Red por los derechos de la Infancia en México), en estos años recientes han aumentado las niñas y niños que carecen de acceso a los servicios de salud, así como quienes están en condición de trabajo infantil.

Porque hoy ocupamos el segundo lugar de turismo sexual del mundo, el segundo de turismo sexual de bebés en el planeta, y también encabezamos la producción de contenidos de pornografía de entre todos los países del mundo.

Porque entre 145 mil y 250 mil niñas, niños y adolescentes están en riesgo de ser reclutados por grupos delictivos. Porque tan solo entre enero y abril de este año 2024 se han asesinado a 754 niñas, niños y adolescentes en nuestro país. Porque cerca de 3 millones de niñas y niños entre 12 y 17 años, en los últimos meses en el año 2022 habían sufrido ciberacoso.

Porque un gran número de internautas está en el rango de entre 6 y 17 años de edad, es decir que viven al menos en una de las plataformas en las redes sociales sin ninguna preparación para prevenir toda clase de violencias, provocando graves problemas de salud mental, y también de un crecimiento en los suicidios, pues tan solo entre el año 2000 y 2022, la tasa de defunciones de las personas de 10 a 17 años casi se duplicó.

Porque de acuerdo a la OCDE ocupamos el  primer lugar en violencia sexual en contra de niñas, niños y adolescentes, y este crimen creció brutalmente durante la pandemia. Las y los sobrevivientes de violencia sexual me han enseñado en estos años recientes, el insoportable dolor, culpabilidad, sufrimiento y destrucción que este crimen ha provocado en sus vidas y la heroicidad con que logran seguir adelante.

Un país que pierde libertades, certezas, democracia, legalidad será cada día más amenazante para el ejercicio de los derechos de niñas, niños y adolescentes, particularmente, cuando se han destruido los andamiajes institucionales con que contaban hasta hace pocos años.

Los esfuerzos realizados por organizaciones de la sociedad civil son extraordinarios, así como el compromiso de ciertos actores del Estado mexicano, pero la realidad actual nos obliga a reconocer que niñas y niños están siendo los grandes olvidados, despojados, violentados, y no son reconocidos como sujetos de derechos.

Sólo si nos unimos sin distingos partidistas y luchamos cada día por cada niña, niño y adolescente, en cada rincón donde se encuentren, volveremos a reconstruir la paz para ellos y también para nosotros.

Abrazar esta causa llena mi vida de compromiso, pasión, de amor y de esperanza. Hagamos de sus vidas la prioridad en nuestras vidas, y como escuche decir hace poco: “hagamos todo para que México no solo sea el mejor lugar para nacer, sino también para vivir”.

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