Ninguna costumbre, tradición, práctica religiosa o broma, justifica la violencia sexual infantil. El beso y la solicitud de chuparle lengua que hace Dalái Lama a un menor, es sin duda, inaceptable.
El video del líder espiritual tibetano nos muestra como la violencia sexual infantil, por desgracia, se ha normalizado, al grado de hacerlo visible y público.
No es la primera vez que sabemos y conocemos de líderes religiosos que han violentado sexualmente a niñas, niños y adolescentes. Ahí está el caso de los Legionarios de Cristo y el padre Marcial Maciel; Naasón Joaquín, de la iglesia Luz del Mundo; Sathya Sai Baba, gurú de la India; Sogyal Lakar, maestro budista tibetano cercano al Dalái Lama, entre otros.
La imagen repulsiva y desagradable del Dalái Lama forzando al menor a recibir un beso, y después, mostrarle su lengua para que se la chupe, llevó a recordar las acusaciones de violencia sexual infantil que enfrentan maestros y monjes budistas, y que hasta al momento, muchas de ellas siguen sin obtener justicia.
Es inadmisible que un premio Nobel de la Paz (1989), justifique su actuar en un comunicado señalando que se trató de una broma, o peor aún, que algunos de sus seguidores afirmen que esa práctica es un gesto de respeto y humildad.
La violencia sexual infantil no es una broma, por el contrario, es un delito que vulnera los derechos y el interés superior de niñas, niños y adolescentes, callarla o normalizarla es tan grave como cometerla.
En 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS), señaló que uno de cada 13 hombres y una de cada 5 mujeres declararon haber sufrido abusos sexuales cuando eran bebés de 0 a 1 año. Se estima que a nivel mundial, aproximadamente 120 millones de mujeres jóvenes y niñas menores de 20 años han sufrido alguna forma de abuso sexual.
Save the Children sostiene que en todo el mundo, una de cada cinco mujeres y uno de cada 10 hombres afirman haber sufrido abusos sexuales en su infancia. Describe, que la violencia sexual infantil es una realidad oculta y ocultada que implica la transgresión de los límites íntimos y personales del niño o la niña.
Además de que supone la imposición de comportamientos de contenido sexual por parte de una persona (un adulto u otro menor de edad) hacia un niño o una niña, realizado en un contexto de desigualdad de poder, habitualmente a través del engaño, la fuerza, la mentira o la manipulación.
En México, cada año 5.4 millones de niños, niñas y adolescentes son víctimas de violencia sexual, de las cuales, seis de cada 10 se producen en casa, y en el 60 por ciento de éstos, el agresor es un familiar o pertenece al círculo cercano a la familia.
Las consecuencias de la violencia sexual infantil son devastadoras tanto a corto como a largo plazo, especialmente cuando el abusador es una figura de confianza. Por ello no podemos ni debemos normalizarlo.
Un depredador sexual infantil violenta por lo menos 60 veces en su vida; es decir, 60 niñas, niños y adolescentes pueden ser sus víctimas. Si no castigamos a estos criminales la cifra de los menores agredidos seguirá incrementándose. La violencia sexual infantil comienza con un beso, tal y como lo escenificó el Dalái Lama.
Senadora de la República