La reforma al Poder Judicial no es para mejorar el sistema en sí, es parte de las venganzas políticas que tiene el presidente. Ya lo dijo el aún coordinador de senadores, Ricardo Monreal, la reforma judicial se debe al “deterioro” de las relaciones entre el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial, tras la llegada de la ministra Norma Piña a la presidencia de la Corte.

“En el primer tramo del sexenio no había la intención, no la hubo, de reformas profundas como la que ahora discutimos, porque había una relación de respeto, de colaboración entre los poderes. Varias veces comenté en mi trato frecuente con el presidente la necesidad de presentar iniciativas para reformas a este poder, pero él no  compartía tal parecer”, dijo Monreal.

Recordemos que al inicio de este sexenio, el presidente de la Corte era nada y nada menos que el exministro que traicionó la Constitución para convertirse en porrista de la cuarta transformación, Arturo Zaldívar.

Quienes participan en los foros sobre la reforma como el abogado Juan Alberto Ruvalcaba, presidente del Capítulo Occidente del Ilustre Nacional Colegio de Abogados de México, han señalado que “la Suprema Corte no debe quedar subordinada al Poder Ejecutivo ni al Legislativo. Es un tribunal cuya función fundamental es garantizar y proteger la Constitución. La Suprema Corte no debe estar sujeta a los intereses de un presidente o de un senador”.

El gobierno que está por comenzar no se ha cansado en decir que “es tiempo de las mujeres”, sin embargo, no hay un solo una día en que no se ataque a la ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Norma Piña.

Los ataques, agravios y descalificaciones no solo vienen del púlpito mañanero, sino también de legisladores, miembros del partido en el poder, de sus aliados y hasta de compañeros ministros simpatizantes de la cuarta transformación.

La reforma judicial es en realidad una venganza y no la urgente garantía de impartición de justicia para miles de mexicanos. A este gobierno no le interesa implementar un verdadero sistema de justicia, sino ver rodar cabezas.

Esta reforma es la antesala de una mayor incertidumbre jurídica, es la peor manera de "apoyar" a la presidenta electa. Ya el pasado nos ha dejado lecciones por demás dolorosas y evitables. Basta recordar aquel episodio cuando frente a la profunda crisis económica, al inicio del sexenio del presidente Ernesto Zedillo, sus antecesores respondieron: "pues para que le quitaron los alfileres”.

Senadora de la República

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