"Cuando nos vemos como víctimas no pensamos más que en matar al mensajero y nos perdemos el mensaje"... Colin Tipping.

La defensa del INE es irrenunciable si en realidad queremos vivir en democracia y como demócratas; porque aun queriendo matar al mensajero de las voces de millones de ciudadanas y ciudadanos, el mensaje se seguirá escuchando, y el riesgo mayor de persistir en el objetivo de destruir al instituto serían los caminos del odio y la violencia.

Que si por los resultados electorales; que si por las resoluciones en cuanto a las candidaturas que incumplieron con lo que ordena la ley electoral; que si por la consulta popular, el punto es descreditar al Instituto Nacional Electoral (INE), y a sus consejeras y consejeros.

Amagar con una reforma política electoral, y ahora hasta con llevar a juicio político dos consejos electorales, siendo que las decisiones son tomadas por las y los once consejeros que integran el INE, son algunas de las constantes amenazas a las que se enfrenta la autoridad electoral.

La descalificación al INE se ha convertido en el pan nuestro de cada día, no hay una sola semana en que no sea señalado y denostado, es la negación al valor que tiene la participación ciudadana a través de su voto libre y secreto, y los costos que significan a la democracia la reiterada denostación y desprecio por una institución que ha llevado años construir.

No se puede hacer responsable al INE de las decisiones que toma la sociedad en las urnas, menos aun, si los resultados son o no favorecedores para el partido en el poder. Cuando se es demócrata se entiende que lo expresado en las urnas es lo que la sociedad define por voluntad propia.

Promover reformas para favorecer al partido gobernante, es tanto como pretender manipular los resultados de las urnas, porque las reformas no deben obedecer a complacencias, y menos, convertirse en armas de venganza y ajustes de cuentas. Las reformas deben buscar el interés general y el efectivo ejercicio de los derechos fundamentales.

La creación de un órgano electoral independiente y su configuración, no surgió de una ocurrencia, sino de la necesidad de dar certeza a las elecciones y que la voluntad ciudadana sea respetada.

Desde luego que nuestro sistema electoral es perfectible, pero pensar en desaparecer al INE para regresarle al gobierno la facultad de organizar los procesos electorales, es simplemente descabellado.

El trabajo que ha realizado el INE en la organización de los procesos electorales, y ahora de la consulta popular, ha sido reconocido incluso internacionalmente, teniendo entre sus principales fortalezas un sólido y profesional servicio civil de carrera; así como la participación de miles de ciudadanas y ciudadanos que son seleccionados aleatoriamente como funcionarios de casilla.

Los números que arrojó la reciente consulta popular demuestran que el INE cumplió con lo que le tocaba, a pesar de que no se le dio presupuesto suficiente para la organización de ésta, al igual que las 285 mil personas que aceptaron fungir como funcionarios de casilla, gracias a lo cual se pudieron instalar 57 mil 070 mesas receptoras en todo el país, es decir, el 99.9%. Todas y todos los mexicanos inscritos en la Lista Nominal de Electores tuvieron la posibilidad de acudir a las urnas y emitir su opinión.

Decir que la baja participación en la consulta popular fue culpa de INE, o que no hizo suficiente promoción de la misma, es faltar a la verdad. No se puede responsabilizar al instituto de la pregunta planteada para enjuiciar a los expresidentes que fue resultado de un malabarismo sin precedente de la Corte.

Tampoco de que el Congreso determinara que únicamente se tendrían 15 días para difundir la consulta, o que el INE se viera obligado a dejar claro que el 1º de agosto se iba a consultar sobre la pregunta que definió la SCJN, y no sobre la que el oficialismo estuvo promoviendo, a sabiendas de que la ciudadanía no se podría pronunciar sobre ella. Quizá una de las principales causas por las que casi el 93% decidió no participar, es que sus preocupaciones son otras, y eso tampoco es culpa del INE.

Una vez más me sumo a las voces que reconocen y respaldan al INE, a sus consejeras y consejeros, pero sobre todo, me sumo a la defensa de la democracia que tantos años y tanto esfuerzo ha costado a tanta gente, e incluso, a algunos les costó la vida.

 
Senadora de la República 

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