Quiero empezar este año dando gracias y reconociendo a quienes con sus vidas, sabiduría e infinita caridad humana, hacen posible aliviar el dolor del cuerpo, pero también, fortalecer el alma y con su amor y entrega se convierten en mensajeros de Dios en la tierra.
Mencionarlas a todas y a todos nos llevaría a publicar al menos un libro, pero este valioso espacio me permite reconocer a tres de los doctores más extraordinarios que jamás imaginé conocer.
Ver a mi mamá sufrir un profundo dolor en el hospital, que había logrado casi doblegar su alegría y hacerle temer perder su vida, fue una de las experiencias más desoladoras y desafiantes de este año que está por concluir.
Finalmente cuando llegó el momento de abandonar su cama para poner a prueba su rodilla, sus gritos de dolor me estremecieron, pues a lo largo de sus ya casi 90 años, era la primera vez que la sentía tan vulnerable y con tan poco aliento.
Una enfermera hacía todo por ayudarla, pero cuando ví entrar a su doctor pensé que como sucede la gran mayoría de las veces, se limitaría a darle algunas sugerencias para que en sus movimientos el dolor no fuese tan agudo. Sin embargo, lo primero que hizo de manera espontánea y sin pensarlo siquiera, fue quitarse la chamarra que llevaba puesta, arremangarse las mangas de su camisa, y ser él quien prácticamente cargara a mi mamá auxiliándose de la enfermera.
Su imagen quedará grabada por siempre en mi mente y mi corazón, pues mientras hacía un esfuerzo para no lastimarla, le ayudaba con sus palabras y aliento a darle confianza y certeza de que lograría superar esa primera gran prueba.
Y así como la cargó para llevarla al sitio que mi mamá necesitaba, también espero ahí para ser su principal apoyo y lograr así el camino de regreso. Lo vi sudar, su tez blanca se convirtió en rojo intenso, pero su convicción por no delegar esta tarea a nadie más era incuestionable.
Así repitió la maniobra al menos dos veces más. Por supuesto que hemos conocido mujeres y hombres ejemplares en el mundo de la salud, pero nunca había atestiguado estos actos de infinita solidaridad y amor.
Por eso quiero empezar el año agradeciendo y reconociendo de por vida al Doctor José Juan Gómez Amezcua, y saber que seres humanos como él son los que logran cambiar el mundo, particularmente, cuando de dolor y desesperanza se trata.
El segundo de estos reconocimientos es para un muy reconocido médico, que es un maestro en el más profundo de los significados. Un maestro sabio y bueno, extraordinariamente bueno en su especialidad y también como ser humano.
El Doctor Ricardo Plancarte, quien ha logrado diagnosticar enfermedades que por su rareza y complejidad, pero sobre todo, por sus secuelas de dolor insoportable y daños que pueden ser irreversibles, sigue salvando vidas que en su gran mayoría habían ya perdido la esperanza del alivio y de una vida con dignidad.
A cada acierto del Doctor Plancarte hay al menos una vida que cambia radicalmente, por supuesto la del paciente, pero también la de su familia, que al lado del paciente también sufren y viven la desesperación al no encontrar una cura y a diario ver morir una parte de esa persona a quien tanto aman.
El Doctor Plancarte se convierte en muy poco tiempo en el mejor de todos para aliviar esta clase de dolores, y también en un amigo entrañable y generoso.
Deseo con toda mi alma que quien padece alguna enfermedad encuentre siempre a un Doctor Gerardo Daniel Robles en su camino. Definir su personalidad, entrega y vocación me resulta difícil, así que puedo describirlo como ese Ángel de la Guarda que podemos ver y sentir a nuestro lado; que siempre está en los mejores momentos, pero especialmente en los más adversos. Ese Ángel cuya pregunta cotidiana es "¿en qué puedo ayudar?", "¿qué más necesita?", y “siempre estoy aquí”.
A estos mensajeros de Dios que con su amor, inteligencia, experiencia, caridad y entrega, logran devolver vida y son sembradores de esperanza, ejemplo e inspiración de que en el ser humano hay grandeza. Les dedico estas primeras líneas del 2023 confiando en que en los días por venir sean justamente estos valores los que prevalezcan.