Fue la primera noche después de más de siete años que pude dormir sin el miedo de que él llegara a lastimarme. No es fácil la verdad estar en un espacio donde compartes con otras familias distintas a ti, pero sobre todo, sintiendo que es injusto que seas tú la que tiene que renunciar a tu vida porque hay alguien que desea acabar con ella, y las autoridades solo te digan: "aguanta".
Es la historia de Lupita, escrita por ella misma. Tiene 28 años, es madre y sobreviviente de violencia intrafamiliar.
Tuve a mi hija a los 17 años, mis padres me obligaron a juntarme, me sentía culpable porque en algunos momentos la responsabilizaba por no haber terminado mis estudios. Cuando intenté estudiar de nuevo ella tenía tres años, pero él me dió una golpiza cuando se enteró que llevaba cuatro meses acudiendo a la escuela con ella.
Salí del refugio hace dos años. Ahora que lo digo parece que fue ayer. Tengo muy grabada en mi mente el momento en que, desesperada y sin esperanza, salí de la Alcaldía tras escuchar al Ministerio Público que era mejor llegar a un acuerdo con mi agresor, porque como yo era la que trabajaba hasta pensión le iba a terminar dando.
Se me acercó una mujer de limpieza, me dijo con voz suave: "escuché lo que le dijo el licenciado, no se preocupe, hay refugios donde usted puede ir". No sabía que era eso. Le pregunté que dónde estaban, y respondió que su hija había estado en uno, me dio su teléfono y me dijo que le llamara por la tarde. Esas horas se me hicieron largas, cuando iba a llamarle llegó mi agresor y ya no pude hacerlo hasta el siguiente día.
Acudí al refugio después de dejar a mi hija a la primaria, platiqué mi situación, sentí por primera vez que alguien me ponía atención. No me preguntaron como en la Alcaldía el por qué seguía con él, o por qué no había ido antes, todo lo contrario, me preguntaron qué necesitaba y en qué podían apoyarme.
Me dijeron que no me preocupara, que juntas íbamos hacer un plan, y sí hicimos un plan. Confieso que tenía miedo, ese miedo de no saber si en realidad lo que me dijeron del refugio era real, si estaría mejor ahí o en la casa.
La psicóloga me puso un video en el que me vi reflejada, no sabía que era lo que yo estaba viviendo, pero a través de esa película supe que si no tomaba la decisión de irme podría perder la vida. Recuerdo que la psicóloga me dijo que iría a un espacio donde podría definir el futuro que deseaba junto con mi hija.
Llegué al refugio. Las emociones que sientes son muchas, desde una inmensa paz al ver los espacios llenos de colores y un letrero con mi nombre y el de mi hija que decía:
"Bienvenidas a esta su casa". Sentía ansiedad hacia lo desconocido, ver que hay cámaras y una guardia que resguarda la entrada, pero conforme recorrí las instalaciones la sensación de tranquilidad predominaba.
Al llegar a nuestra habitación con una sonrisa mi hija dijo algo que me hizo confirmar que era la mejor decisión que había tomado en los últimos meses: "¡Mamá estamos
seguras. Tenemos una casa enorme y estamos juntas!". Contuve mi llanto, sólo reí. La directora me tomó del hombro y dijo: "está es su casa, están seguras y estamos con ustedes".
Hoy sé que ser madre, ser estudiante, trabajar, cumplir tus metas y tener tiempo para ti no está peleado y no está mal, eso lo aprendí en el "refu", como muchas le decimos a ese lugar en el que aprendimos nuestros derechos, a conocer y reconocer nuestras emociones, nuestros miedos y nuestras fortalezas.
Aprendimos que no somos culpables de la violencia recibida y que es posible salir de ahí cuando nos escuchamos, nos ponemos en primer lugar, y no, eso no es ser egoísta, ponerme en primer lugar, aceptarme, amarme y pensar en mi bienestar es la base de todo. Si yo estoy bien, mi hija también lo estará, si yo hubiera sabido eso antes, hoy ya hubiera terminado mi universidad.
Los casos de violencia familiar pasaron de 19 mil 390 en diciembre de 2022 a 21 mil 375 en enero de 2023, un aumento de 10%. Justo cuando estos infiernos se multiplican, el régimen en el poder da la espalda a las mujeres recortando el presupuesto para los Refugios, por lo que lejos de fortalecerlos los están destruyendo.
Gracias a la Red Nacional de Refugios por la labor tan extraordinaria que hacen, a Lupita por contarnos su historia. Quiero decirles que no están solas en esta lucha, estamos todas. Mi solidaridad y sororidad con todas las mujeres que viven y han vivido violencia, nadie lo merece. #NiUnaMás