Muchos creen inverosímil la famosa anécdota del subalterno que responde a la pregunta del jefe ¿qué hora es? “la que usted diga señor presidente.” Otra parecida es aquella de sí los cocodrilos vuelan: “pues bajito, pero vuelan.” Esto que parece nostalgia del viejo autoritarismo hoy puede comprobar que la realidad tiene otros datos y que no obstante los avances democráticos y muchos moldes que el ejercicio de las libertades y las autonomías han logrado dejar en el pasado, resultan aún insuficientes.

El senador Dante Delgado, coordinador de Movimiento Ciudadano durante la sesión del pasado 29 de julio, declaró sobre la Ley de Adquisiciones, Arrendamientos y Servicios del Sector Público lo siguiente: “Movimiento Ciudadano anticipa su voto en contra y además promoverá acción de inconstitucionalidad contra una Ley que es modificada después de que hubo un ‘chasquido’ de dedos por parte del titular del Poder Ejecutivo, hace apenas 100 horas”.

Frente a esta postura, un senador del grupo mayoritario presentó en tribuna sus argumentos para defender las bondades que para él representa esta reforma, afirmando lo siguiente: “Y finalmente, finalmente, finalmente, ‘bendito chasquido’ respetado senador (haciendo alusión a Dante Delgado). El Presidente ha mandado esto. Nosotros los de Morena, los de la coalición en el Parlamento estamos dispuestos totalmente a apoyar al Presidente por una razón elemental, el ‘chasquido’ del Presidente es porque quiere garantizar el derecho a la salud de los mexicanos. Y quiero decirles ‘bendito chasquido’ por eso. Y quiero decirles compañeros que no les sorprenda, que no les extrañe, que nosotros apoyemos al gobierno”.

Lo dijo con transparencia y convicción, y regresó a su escaño con esa satisfacción del deber cumplido. Esa larga sesión me hizo reflexionar sobre las graves consecuencias de una cultura que por siglos hemos preservado en muchos ámbitos, justamente la del “bendito chasquido”, la cultura de una sumisión a la autoridad en turno y los riesgos que ella entraña.

Los cacicazgos, así como los regímenes autoritarios se explican en gran medida por asumir que basta con un bendito chasquido para cumplir lo exigido por el jefe en turno al costo que sea y atropellando la propia ley y con ello los derechos de muchos otros, sin ni siquiera cuestionar o peor aún a sabiendas de que hay consecuencias que pueden ser irreversibles y costosas, pero privilegiando por encima de todo y de todos, el bendito chasquido de su bendito jefe.

Solo que los benditos chasquidos tienen consecuencias mayores. Ese reconocimiento honesto que hizo el senador hizo ruinas la llamada autonomía y el propósito del Poder Legislativo, al menos por lo que respecta a su bancada, pues hablo a nombre propio y también de ellos.

El Poder Legislativo en un sistema democrático debe ser un contrapeso al Poder Ejecutivo, acompañando y rectificando u oponiéndose cuando aquello que se pretende, lejos de ayudar a millones de mexicanos, va en contra de sus derechos y de su seguridad, porque obedece justamente a los ciudadanos y no a un voluntarismo del ejecutivo en turno. El reconocer que un bendito chasquido es orden que obedecer y cumplir hace añicos la razón de ser y el propósito de existir del congreso.

Ya habrá espacio para seguir exponiendo riesgos y preocupaciones frente a esta nueva figura monopólica para la compra de medicamentos que de tajo descalifica y desprecia a la industria nacional en su conjunto, pero hoy quiero señalar que mientras la cultura del bendito chasquido siga siendo regla para miles, la cultura de la obediencia, sumisión y fe ciega seguirá por delante de la cultura democrática, de las libertades, de la duda razonable y responsable, de la capacidad para escuchar a otros y seguirá siendo el andamiaje más importante para que el voluntarismo se imponga al de la responsabilidad de gobernar y de hacerlo con apego a la Ley, midiendo las consecuencias de aquello que ciegamente se acompaña.

“El Ejecutivo nunca ejercerá los poderes Legislativo y Judicial o uno de ambos, a fin de que sea un gobierno de leyes, y no de hombres”, y esta sabia sentencia de John Adams solo será posible desterrando la sumisión y obediencia ciega al bendito chasquido.

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