Solo los autoritarios son desleales a la Constitución, a las leyes que de ella emanan y a los Reglamentos de la Cámara de Diputados y del Senado. Son ellos los que exigen a sus mayorías parlamentarias actuar por encima de la ley, para después victimizarse y descalificar a quienes, contrarios a él, respetan y guardan la Constitución.
Por deslealtad constitucional, por avasallar a las minorías y por violar el procedimiento legislativo, es que fue sepultada la primera parte de la reforma política electoral, denominada Plan B, y no porque la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), esté en contra del régimen actual, ni mucho menos, porque las y los ministros sean facciosos. Quienes sustentan ello, mienten.
“Que no me vengan” con que no sabían que estaban violando las leyes, por supuesto que las mayorías parlamentarias y sus aliados tenían conocimiento de ello, pues como bien lo señalaron las y los ministros, la reforma se presentó y se votó en menos de 24 horas, sin publicarse en la Gaceta Parlamentaria y sin que se cumpliera con el procedimiento legislativo que, subrayaron, es la base del régimen democrático y de legalidad.
La ministra presidenta Norma Piña no deja lugar a dudas al señalar que nuestro país es una democracia constitucional, y que “uno de sus principios fundamentales es que las decisiones deben ser tomadas mediante procedimientos democráticos de tipo deliberativo”.
Tan desaseado estuvo el procedimiento legislativo en la Cámara de Diputados, que el líder parlamentario del grupo mayoritario en el Senado votó en contra del llamado Plan B, y no sólo eso, dijo que hubo “vicios” y que “vulneraba la Constitución”, aunque hoy lamentablemente no lo recuerde y advierta que las y los ministros podrían ir a juicio político por no cumplir los caprichos del monarca.
Nosotros, los legisladores, y la Suprema Corte, como señaló la ministra Margarita Ríos Farjat, estamos para “servir a la sociedad haciendo cumplir la Constitución y las leyes que de ella emanan”.
Radicalizar los ataques contra la Suprema Corte, amenazar con reformas para tener el control de la misma; despreciar los contrapesos y verlos como ataduras son algunas de las características de los dictadores. Pretender el dominio de los tres Poderes del Estado, el Ejecutivo, Legislativo y Judicial, pintan de cuerpo entero un régimen autoritario.
Afortunadamente somos más los que creemos en la democracia y en nuestras instituciones, y es por eso que cada vez que sea necesario tomaremos las calles para defenderlas, para gritar que “la ley es la ley” y que en México somos más que un solo hombre. Hoy como nunca nuestra lealtad a la Constitución.
Lo dijo bien el ministro Luis María Aguilar: “La Constitución somos todos los mexicanos; la Constitución es la voz del pueblo de México”.
Por eso hoy más que nunca, debemos estar alertas. Advierto que lo más peligroso está por venir, porque una vez resuelta la sucesión, los reflectores empezarán a trasladarse inevitablemente, y entonces, la necesidad por demostrar “quién manda”, bien puede rebasar cualquier expectativa. Lo que hoy ya parece tan grave, quedará como una anécdota más, en comparación con aquello que puede estar por venir.
Senadora de la República