No es que sean raros en sí, son difíciles de conseguir en sus ediciones originales. Pero hablando de rarezas, muchas veces sus réplicas resultan ser toda una curiosidad, dependiendo de los que los toman de segunda mano y acaban manipulando su catálogo.
No es lo mismo el álbum debut de Los Monjes, en el Politécnico, con 10 temas que alguna vez formaron parte del catálogo de CBS, que su revelación con prácticamente todo el inventario —17 temas— que realizó el trío liderado por Hesiquio Ramos. Menos si el álbum está serigrafiado y miniaturizado. Todo eso se traduce en un precio estratosférico.
La manifestación de estos incunables de nuestro rock no le confiere un status de conocedor a quien lo presume, sino casi un cheque al portador por cualquiera de sus formatos y su estado.
La historia del disco y los pocos ejemplares que se lanzaron movieron hace unos tres años a los de CBS (ahora Sony) a especular con su contenido y lanzarlo.
Sin embargo, todo se quedó archivado, por lo cual proliferaron las copias apócrifas.
Desde que algunos grupos de nuestro rock grabaron sus primeros “demos”, que nunca acabaron en el estudio de grabación, unos de estos plásticos de pequeños tirajes en CD adquirieron rápidamente el estatus de culto.
Sin saberlo, los caimanes que ponen precios a diestra y siniestra les confirieron nombre y trayectoria a quienes no lo tienen. Por eso es muy común ver sobrevalorados a muchos discos de prácticamente, debut y despedida.
Las leyendas urbanas con que corren estos discos son cercanas a la locura, con frases hechas para no decir nada: “Lograron quedarse en el gusto del público”; “Un disco que transita entre el folk y el pop minimalista” y así.
Grupos como Los Odio, Austin TV, Las Ultrasónicas, Le Barón, y otros pertenecientes a una falsa escena musical que quisieran tener el éxito de otras agrupaciones, que hasta sin discos llaman la atención, como el difunto “Novio de México”, Charly Monttana, Lirán Roll, Luzbel, Espécimen, La Banda Bostik, Heavy Nopal y Tex Tex, que se dieron vuelo en El Centro Cívico de Ecatepec, El Ex Balneario Olímpico de Pantitlán, El Lienzo Charro de Tultepec, El Centro de Convenciones Tlalnepantla, La Arena López Mateos, más los “desconocidos” de culto como El Queso Sagrado y El Escuadrón del Ritmo, que habitualmente se dan el pazón por el Tianguis del Chopo.
Finalmente, el más mitológico de todos los grupos mexicanos: The Tepetatles, formados por Alfonso Arau, Marcos Lizama, Marco Polo Tena, José Luis Martínez, José Luis Cuevas, Vicente Rojo y Carlos Monsiváis.
No todos tocaban, pero sí contribuyeron a crear una perspectiva musical diferente.
Su debut y despedida fue en 1965 y los 500 discos que se hicieron como producto especial del centro nocturno El Quid, de “Mister Telenovela”, Ernesto Alonso, volaron entre los asiduos del lugar. Como estaba pésimamente grabado, hubo que remasterizarlo para luego multiplicarlo en forma de réplica. Su kilométrico título (Triunfo y aplastamiento del mundo moderno, con gran riesgo de Arau y mucho ruido) se volvió un deferente cultural.
Sin embargo, el público cabareteril no lo aceptó en su totalidad, sino como una mera curiosidad. Su influencia recayó con agrupaciones como Botellita de Jerez y la Maldita Vecindad, y hasta tuvieron una aparición cinematográfica en una película de la época.
Hoy su disco en copia apócrifa quieren conseguirlo varios coleccionistas, pero pagando 50 pesos y, la verdad, así no se puede.