Meterse en el pantanoso terreno del rock mexicano y determinar quiénes son los buenos o malos es la forma gratuita de ganarse enemigos jurados de por vida, sobre todo si alguien osa no estar de acuerdo con los dictados de las redes sociales, donde se vierten cualquier cantidad de opiniones y recordatorios dominados por la pasión y el paroxismo extremo a la hora de cargarles títulos a grupos y discos con aspiraciones que no tienen.
Sin embargo, a muchos no les interesan los calificativos de tal o cual conjunto, disco o tendencia musical donde se ubican. Lo que quieren es participación, mínimo en Facebook (donde muchos pueden odiar a cualquiera, pero eso sí, felicitarlo en el día de su cumpleaños). De lo que se trata es de arremeter y evadirse de inmediato al amparo de un cierto terrorismo rockero, si es que no se está de acuerdo en la danza de la participación digital.
Pero, ¿cómo uno va a estar de acuerdo con los títulos de nobleza rockera mal repartidos? Veamos, ¿cómo Alejandra Guzmán puede ser distinguida todavía como “La reina del rock” o Carlos Santana “El rey”, mientras Javier Bátiz es considerado “El padre” y Saúl Hernández, ¿“El padrotito”? Por otro lado, el Edy Smol del rock mexicano, Rubén Albarrán, ajonjolí de todos los rocanroles nacionales en los que se sube a la menor provocación, ¿debe de ser considerado como “Un peligro para México”? ¿O cuál debería ser el calificativo para Roco Pachukote, disfrazado de La Maldita Vecindad, que vive al amparo de lo que fue estandarte en Tin Tan? Y, ¿qué tal los profetas y gurús de Ecatepunk y Nezayork que se dan en racimos y entrevistas de un tal Paniagua, que nadie ubica?
Pero nadie como la ¿banda? ¿chiste? ¿maldición? llamada Moderatto, que juran que ya estuvo bueno y que preparan su despedida definitiva de sus muchos fans que los vieron “triunfar” en su arranque con un personal que incluyó a raptores profesionales del IMER y que fueron combatidos en su momento por las fuerzas liberales de la disquera Antídoto.
¿Y qué decir de los sobrevivientes del meteorito, el Chicxulub, el asteroide de 12 kilómetros que se estrelló hace 66 millones de años en La costa de Yucatán, extinguiendo a los dinosaurios? Pero unos se salvaron: Enrique Guzmán, César Costa, Angelica María y, en algún tiempo Alberto Vásquez y Manolo Muñoz, quienes siguen ofreciendo conciertos de horas y horas a tope en el Auditorio Nacional, convocando a senectudes selectas, llevando como abridores a lo que fueron en algún momento, Los Locos del Ritmo y Los Rebeldes del Rock. ¿Ese es el verdadero rock mexicano con el que se alborotan muchos de sus seguidores?
Sin embargo, el rock nacional tiene muchas caras, nombres disparatados y actitudes, como las de Rubén Albarrán (Pinche Juan, Cosme, Anónimo, Masiosare, Rita Cantalagua, Elfego Buendía, Gurrumino Pantoja, Zopilote, Gallo
Gassss, Cucurumbee Ayee…) indefendible; pero no menos curioso que los nombres de batalla de Chuleta Me Niegas, Charlie, “El novio de México” Monttana, Kerruina, Chafanes, Lora la Cantadora, el jefe Guadaña, Lalito Tex (que ahora canta en el cielo), Heavy Nopal, El Negro Catana, Mama Z, El Dr. Fanatik, El Capitán Pijama Jalabalu, Sabito Romo, Nopálica, Rebel D’ Punk, Tijuana Si, La Ley de Herodes, Los Amantes de Lola La Chata, Melamina Ponderosa, Jarabe de Pico, Panteón Rucocó, Sombrero Ajeno, San Pato Pascual, Tránsfugas de Ecatepec, los muchos de La Banda de Minezota, El Oficial Matute, Las Pijamas a GoGo, Victimas del Doctor sin Cerebro y muchos que viven de viejas glorias, si es que alguna vez las tuvieron.
Sin embargo, algunas como la reciente de Eduardo Capetillo en el Metropólitan, es ya una afrenta perdonada por los 800 fans que, contra todo pronóstico, se volvió tendencia en redes como el chiste de lo que va del año. Perdónalo Cerati, no supo lo que hizo.