En este valle de lágrimas que es el rock and roll mexicano son muchos muertos los que se acumulan, de ellos, entre los más añorados y mitificados, se encuentra una fauna de músicos a los que se les extraña por su aportación musical en diversos géneros y con los grupos que, de alguna manera, dejaron huella discográfica volviéndose, después de su muerte, algunos íconos y otros en vías de serlo. La mayoría de ellos nunca aspiró a verse en las fotos mortuorias que año con año se ponen en El Chopo el Día de Muertos. Si acaso por coincidencia, algunos todavía son venerados en el santuario sabatino que desde hace mucho dejó de ser rockero para convertirse en un bazar de indumentaria estrafalaria a la que responde la imaginería propia del lugar.

El casi muy vilipendiado Avant-gard nacional puede presumir tres casos de muertes mitificadas: El Dr. Fanatik, el único que puede presumir con una discografía completa en Spotify, incluidos sus muy apreciados viniles; Charly Alvarado (Chac Mool) es otro de los músicos muy respetados que comenzó vendiendo sus primeros discos de Vía Láctea a través de un distribuidor europeo (Archie Paterson), y terminó ofertando sus cajas antológicas de su obra en países como Alemania y Japón. El tercer personaje es el inolvidable “Capitán Pijama”, cuyos inicios fueron con Las Pijamas A Go Go y El Escuadrón del Ritmo, era hijo de Chucho Martínez Gil (compositor de los temas “Dos arbolitos” y “Caminos de ayer” entre otros hits). El Capitán compuso cerca de 67 obras (tanto en casete como en CD) en donde dejó muestra de su talento muy adelantado.

En el ámbito de jazz murieron los hermanos Eugenio y Fernando Toussaint. También figura Lalo Medina de Chac Mool, con igual orientación jazzística, quien falleció en un bar de Cancún en donde tocaba. Uno más que podría calificarse de inmortal es el inventor del Lounge, Juan García Esquivel, del que se acaban de editar varios de sus discos en vinil de colores; es uno de los que muertos vende más.  En un evento más reciente se recuerda la extraña muerte del “Uyuyuy” de Botellita de Jerez, Armando Vega Gil, crucificado tal vez sin deberla ni temerla, en uno de los casos más extraños del rock mexicano.

Navegando con bajo perfil está Ángela Martínez del grupo TNT, famosos por su estilo y porque alguna vez fueron contratados por el Museo del Chopo (que no el tianguis) para ahuyentar a los punks del lugar. Otro fallecido en situación dramática, se desangró en un choque automovilístico esperando la ambulancia, fue Illy Bleeding, quien fungiera como cantante de Size, dueño de una de las voces más representativas del punk en México, aparte de haber sido pieza fundamental en el grupo, debut y despedida Plastic Cox.

La Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio resintieron la muerte de su saxofonista “Sax”, que siempre jugaba en el escenario con Rocko ”Pachukote” en una guerra de egos sin final. El internacional Jorge Reyes, también dejó este valle de lágrimas por un aparente paro cardiaco. Las buenas lenguas dicen que lo encontraron en su cama, mientras que algunas más amarillistas lo ubicaron como dormido trabajando sobre su computadora. Lo cierto es que dejó una discografía de varios álbumes, que con el tiempo se han vuelto de culto no sólo en México sino en el extranjero.

Sentidas muertes han sido las de “El Vaquero rocanrolero”, Charly Montana, creador de inolvidables rolas como “Empanízame la mojarra”, además de ser “El novio de México” y “El Elvis del Vive Latino”. Una persona entrañable de Nezayork. En el círculo del metal, Arturo Huizar dejó desamparados a los de oídos de plomo derretido con su voz sin par, cuando vocalizaba (es un decir) con Luzbel. De Paco Gruexxo se acuerdan los aguerridos fans del hoyo “Antonio Caso”, mientras todo el mundo festeja sin reparo a la cantante de Santa Sabina Rita Guerrero. Y qué decir de Rockdrigo González “El profeta del nopal” que está en lista de espera para que se conozcan 18 canciones inéditas, de las que sólo falta el aval de su hermana Genoveva.

Finalmente, el muerto más famoso de la historia del rock mexicano y del Festival de Avándaro, Armando Molina, sigue siendo la figura más emblemática de un evento, del que todavía no se ponen de acuerdo propios y extraños, en cuanto a la exorbitante cantidad de gente que fue.

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