Hay que estar preparados porque muchos van a morir pronto. Por eso todos se aprestan a proponer reconocimientos, distinciones, medallas al mérito musical, perpetuidades discográficas y demás, buscando en el catálogo todo lo habido y por haber en los archivos otrora desechables de personajes que se han vuelto históricos y que se acaban de ir como “El soy bueno para todo”, Quincy Jones.

Así las cosas. Es sólo cuestión de tiempo para que se le rece a mitologías abuelíticas consideradas sagradas como Serrat y Sabina.

Aprovechando la ocasión, una nueva película explora sobre la vida del hacedor de Los Beatles, Brian Epstein, otra de Bruce Springsteen, lo mismo que un vistazo a profundidad de artistas poco conocidos aquí como Nick Cave, del que todavía no se sabe cuál es el lado más oculto de la música, lo mismo que con Bryan Eno.

Mientras tanto, hay que estar preparados porque ahora anda corriendo el rumor de que esa basura llamada TikTok, donde se puede encontrar desde el reggaetón más infame hasta recetas de tacos, bailes cercanos al mal gusto, oficios impensables documentados y un sinfín de barbaridades que han llamado la atención de instituciones bancarias como Santander, que ha apadrinado la generación Z o de centennials digitales que están al servicio de la tontería que pinta para institucional.

La cantidad de videos (millones) han modelado hábitos de consumo visual y han generado una adicción desmedida a las plataformas y al celular de incautos que nunca se han preocupado por otro tipo de comunicación.

Mas de 11 millones de videos subidos al día no pueden estar equivocados, ¿o sí? Trends y coreografías patológicas se vuelven virales en cuestión de minutos, con artistas que buscan multiplicar sus bonus sin miedo al ridículo.

Y mientras, no hay regreso para el buen gusto, la música fuera de las plataformas oficiales saca lo poco que queda en formato físico rondando por ahí. El precio es tan atractivo que, piratamente hablando, todos quieren los CD’s, hasta de esas agrupaciones que dicen que pueden ser más grandes que los mismísmos Los Beatles: Los Stone Roses (sí, cómo no).

Lo que sí pinta para esencial en una colección de discos compactos son los que rescatan temas fundamentales de country, al que muchos consideran como el papá del pop, con 40 clásicos imperdibles; los tres discos compactos más grandes de todos los tiempos del Flower Power de los 60 y las Leyendas de Woodstock y más con acoples impensables que, en su momento, no hicieron caso las disqueras, como otros tantos géneros. No podían faltar en la selección los tres discos (en dos CDs) de The Essential Jimi Hendrix.

Como en el viejo programa de televisión fantástica, Rumbo a lo desconocido hay, sobre pedido, rescates históricos casi impensables, como los tres álbumes esenciales de Pablo’s Dog, la banda estadounidense de rock progresivo y AOR, de Saint Louis Missouri, creadora de Aut the sound at the bell, The Pekin tapes (1973) y Third. También están disponibles el par de plásticos digitalizados (edición japonesa) del incontenible Charlie Sexton; los Greatest Hits de los “Salón de la Fama del Rock”, Judas Priest, el raro de los italianos Matia Bazar (Grandes Éxitos) y una probada más: los seis CDs + DVD de Whitesnake.

La lista es interminable y, en efecto, lo es.

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