Contra todos los pronósticos y las ya muy bajas vetas del disco compacto (aunque por ahí tienen su mercado alterno secreto en torno al rock), los discos de vinilo, que en realidad nunca han muerto, siguen repuntando cual si fueran objeto de culto. Su mercado y cotizaciones extravagantes, y su sonido inimitable con scratch son su mejor apuesta en un mundo de compradores de extravagancias y coleccionistas de nostalgia.
Hasta antes de algunos sonados lanzamientos en el aún nuevo vinilo de 180 gramos (que supone una ganancia sonora y calidad auditiva), los viniles, al menos en una buena parte de la CDMX, se concentran en negocios especializados como Store Vinyl Disc, La Roma Records (que también tiene una sucursal en Guadalajara) y Retroactivo, básicamente.
Aunque hay otros espacios alternos para comprar vinilos que valen la pena como Dedos sucios, en la colonia Moctezuma, El club del rock and roll, por la Alameda, Discos Mono y El Tianguis del Chopo, donde pululan los más grandes caimanes del LP, que les ponen precios estratosféricos casi inalcanzables a álbumes, sobre todos de rock mexicano.
Si los fans de pasado tienen una buena tornamesa con agujas elípticas y un equipo decente de Alta Fidelidad, ya están del otro lado. Y estos espacios del formato más nostálgico que tiene la música grabada son la panacea sonora analógica. Olvídense de los formatos comprimidos tipo MP3, o de algunos rutilantes compactos de calidad sonora impactante, el disco de vinil ofrece definitivamente otro tipo de experiencia, de ahí que siga siendo el rey.
En estos tiempos ya muy lejos de lo analógico en los que las nuevas generaciones no quieren pagar nada, y apelando a las enmiendas digitales y las plataformas en la red, en donde quieren que todo sea gratis, básicamente por la vía del teléfono celular (que, ya se sabe vuelve a su poseedor, fotógrafo, camarógrafo, editor, director y hasta improvisado periodista, sin haber pasado por la escuela), se topan con pared ante productos físicos, coleccionistas de la vieja guardia que saben lo que manejan y vinilos que son ya casi eternos.
Sin embargo, ya son pocas las compañías que apuestan aquí (Sony Music, tal vez la mejor) por el reciclaje del catálogo de rock nacional que tienen en sellos como Culebra Records, para la conversión a discos de vinil de 180 gramos. Otras como Universal Music o Warner, defendiendo su apego a la burocracia, poca imaginación, banalidad y al dinero mafioso en la mano, prefieren irse “por lo seguro digital”. Eso descontando que el comprador de discos de vinilo, que adquiere producto importado, podría inyectarle nuevos bríos a una industria que camina, a paso firme, hacia su extinción como negocio.
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