La Mami, el documental (2019), de Laura Herrero Garvin; sobre una veterana sexo servidora que luego de talonear por años atiende los baños del célebre cabaret de barriada: El Barba Azul, en la colonia Doctores.
Un México perro (2021), de Rafael Aparicio y Andrés Klimek; que narra parte de los costalazos que se dio en vida el popular luchador Pedro, “Perro” Aguayo.
Sin tantos panchos (2019), de Verónica de la Luz, que se va al pasado de la mítica banda criminal de Los Panchitos, que atacaban en manada en el poniente de la Ciudad México de los años 80 y que, algunos, terminaron en rectados miembros del gobierno en turno.
Todas estas películas y documentales, una vez de su efímero paso por algún festival de cine como el de Guadalajara o el de Morelia, en lugar de estrenarse en los cines, la mayoría, pasan al olvido inmediato o al enlatamiento forzado.
Muchas no se vuelven a ver, ni a pesar de la piratería de rescate cultural. Otras como Los crímenes de Mar del Norte (2017), del director de la premiada La leyenda de una máscara, José Buil, sólo se pueden ver en alguna copia clandestina. Su pecado: mostrar la vida y los célebres crímenes de la calle ubicada en el barrio de Tacuba, donde Gregorio “Goyo” Cárdenas, se convirtió en nuestro primer serial killer oficial.
Además, como dice Buil, culturalmente está mal visto hablar de Goyo Cárdenas, el llamado “Estrangulador de Tacuba”, que fue aplaudido a rabiar de pie hace años en la Cámara de Diputados, una vez que fue rehabilitado por el Dr. Alfonso Quiroz Cuarón con electro shock.
Se le recuerda como personaje célebre del Palacio Negro de Lecumberri, que fue su hogar hasta su cierre definitivo en 1976.
Mientras se espera el milagro de la resurrección digital o el lanzamiento clandestino inesperado, en el caso de películas que por alguna razón no se vuelven a ver, y que sólo se llegan a conocer por algunas notas aparecidas en su momento, surge la pregunta: ¿Para qué filmar si luego se les va a negar sistemáticamente la pantalla grande y, en muchos casos, hasta la chica?
Por eso la lista de peticiones cinematográficas para verlas no para. Por otro lado, las poderosas plataformas de alquiler, también les dan la espalda porque no son películas y docus “fáciles” de digerir, además de atentar contra el status familiar donde cualquier cosa que huela a comedia alburera y con humor chafa, tiene garantizada hasta la serie.
Algunos esperan con ansias el libro en turno de reconocidos críticos, como Jorge Ayala Blanco para distinguir qué es lo prohibido, no exento de puñaladas y golpes abajo del cinturón, de un cine mexicano que va de la A hasta la Z. No hay mejor guía para ello, que sus libros.