Mientras las plataformas digitales de música en el mundo se han vuelto una especie de banco, donde se guarda el más grande y millonario acervo de géneros y estilos multicombinables, en catálogos impensables, las disqueras han pasado a ser casi empleadas de las que ahora mandan en el universo digital, donde el copiado se ha vuelto una especie de reto emocional, con el que están felices los que ya han pasado de ser puristas del vinilo, coleccionistas de casetes y discos compactos.

Las nuevas generaciones que no han caído en las garras de la “peor música” que se hace ahora están redescubriendo el rock en toda su gama de posibilidades, por sobre vericuetos como el reggaetón, regionales autóctonos, narcocorridos, corridos tumbados y derivaciones que surgen casi a diario.

Ante la poca producción que ha constreñido el mercado del LP, los aventureros de siempre ofrecen copias digitales de discos que antes eran, por sus disparatados precios, impensables.

Sin embargo, ahora la cosa es diferente, de ahí el resurgimiento de otro tipo de coleccionismo en el que mucho han contribuido las plataformas digitales con Spotify a la cabeza, que presume de que su catálogo de millones de temas es prácticamente incopiable.

Pero como siempre hay un roto para un descocido, y los mexicanos nos pintamos solos, hay varios modernos bucaneros que han hecho un modus vivendi del rock de todas las edades.

No se dicen los precios de artesanales álbumes pero, al buen entendedor pocas palabras para hacerse de una colección no sólo buena, sino respetable.

Todo lo conocido y por conocerse llega primero por la vía de las plataformas, desde álbumes clásicos y grabaciones históricas, que comparten el mismo precio regalado y formato miniaturizado, con uno que otro añadido artesanal profesional.

La función primordial es el rescate emocional de épocas y artistas claves, que están mereciendo una nueva oportunidad ante lo abominable del mainstream actual.

Artistas que hace años tuvieron su momento como Charlie Sexton (que en su mejor momento anduvo de gira con David Bowie), Tift Merrit, cantautora de country-rock estadounidense, multinominda a los Grammy, es de la que rola actualmente con varios de sus discos como el excelente “Tambourine”.

Antes de militar en las filas de Iron Maiden, Bruce Dickinson grabó un muy recomendable disco de metal llamado “Samson”, en 1981. También circula la discografía de la banda británica Cranes, especialista en dream pop, gothic y shoegaze, vigente desde 1985.

Los mismos que tienen circulando las discografías de Guru Guru, alemanes afincados en el Krautrock, son los que recomiendan a los progresivos de Bakerloo a un precio de verdadera carcajada, contra el que se ofrece en el mercado del progre británico. Los de culto, Univers Zero, son recogidos en un disco histórico

(Record live in London in 1981) de dos partes, ofrecidas por Sandpiper Records. En el sabatino Chopo, son objeto sagrado de veneración sonora. La inglesa Kate Bush está disponible con un álbum de riguroso buen gusto: “The whole story”, mientras se anuncia una serie de más de 30 volúmenes del New Music Montly (CMJ), de los años 90, con una esmerada selección de temas y grupos que luego marcaron derroteros a seguir como Garbaje, Paul Weller (The Jam), Deftones, Deep Forest y muchos más.

También sobresalen las recopilaciones como la dedicada a The Zombies (Salón de la Fama del Rock), que incluye tres de sus más connotados hits: “She’s not there”, “Tell her no” y “Time of the season”, remasterizados en superaudio.

Precios de taquicardia para estas joyas de la corona del rock internacional.

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