Se seguirán contando anécdotas de su vida y milagros blusísticos, saldrán a la luz muchas verdades a medias: su relación con Carlos Santana, sus primeras tocadas en el Harlem, de Churubusco y avenida Universidad, cuando llegó al viejo DF y familiaridades y mentiras sobre por qué no tocó en Avándaro cuando él supuestamente iba a ser la estrella del festival.

Bátiz fue franqueza, mito y mentiras indiscutibles. Ya se sabe en estos casos: todos jurarán haberlo conocido, haber sido su amigo, justificar una que otra presencia en fotos en las redes sociales y conocer alguna de las intimidades del que le enseñó a tocar la guitarra a Santana.

Nunca fue venerado en su totalidad en el Chopo.

El problema es que muchos de los que verdaderamente lo conocieron e intimaron con él, ya viven en el cielo o en el infierno (o siguen repartiendo mentiras por ahí, viviendo para las redes sociales, que cada vez están peor), como el mitológico Armando Molina, encargado de los grupos del avandarazo, que fue el que primeramente le ofreció la totalidad del dinero y que Bátiz no aceptó.

Cuando recapacitó, ya era demasiado tarde y el dinero ya había sido distribuido a los que finalmente acabaron actuando en el inesperado evento.

Bátiz alguna vez dijo que conoció a Jim Morrison y con Carlos Santana hay un largo expediente de dimes y diretes, cuando el Brujo lo enseñó a tocar la guitarra.

En el terreno de la exageración, sus fábulas, verdades y mentiras llegaron a terrenos sorprendentes, hasta que el cáncer lo venció en este mes.

No son pocos, sino varios músicos y musiquetes, entre ellos Alex Lora y muchos de media tabla para abajo, que salieron a relucir con sus mejores invenciones, acerca de Javier, lo mismo que reporteros y cronistas que se nota que no fueron a la escuela.

Lo que más rola es el “reconocimiento” sabatino del tianguis del Chopo, que ahora habla del Brujo de Tijuana como leyenda, precursor, influencia y mentor de todo el rock mexicano, con más de 30 vinilos grabados, y muchosdiscos de factura pirata.

Muchos que nunca lo ayudaron, resulta ahora que reconocen todas y cada una de sus familiaridades. A ver quién se atreve a ordenar su discografía y las rutas de sus tocadas.

Pero hay siempre algún valiente como Ricardo Rico, con sus notables cápsulas de Buscando el rock mexicano (con más de 270 testimonios), que además de buenos, históricamente hablando, son sumarios de primera voz.

La 240, dedicada a Javier Bátiz, saca a balcón a nuevos personajes en la vida del tijuanense como Micky Salas, Rockdrigo, su filmografía, y también son señalados los que verdaderamente se robaron Avándaro, según Javier.

También habla de los cafés cantantes y los hoyos funkis donde tocó, los músicos que tocaron con él, y muchas otras sorpresas que pondrán en evidencia a algunos. Pero ya ni cómo reclamarle al “Mother of mexican Invention”, y menos cuando están pasando por YouTube los penosos y horribles programas que hizo en El asalto de la razón, cantando con Carlos Marín, Jaime Almeida y Alejandro Lora.

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