El mes pasado,  el crítico e investigador de cine mexicano, Rafael Aviña, presentó en la Cineteca Nacional su más reciente libro, "Neo mex noir", que aborda con gran tino el fenómeno del cine negro mexicano, bajo el auspicio del apartado de libros de la Cineteca Nacional. La presentación de esta vertiente de cine criminal perpetrado en México corrió a cargo del periodista y también investigador, Víctor Ronquillo y del crítico francés, Carlos Bonfil. Aprovechando el viaje delincuencial, la mesa de libros auxiliada por Raúl Miranda y Alfredo del Valle puso también el primer volumen (2017) del cine negro nacional, del mismo Aviña.

El par de libros, que de alguna manera bordean los manejos cinematográficos policiales, se sumergen en una especie de épica retorcida del hampa y la complicidad sangrienta en un México salvaje e inesperado, que ha dado las claves de un cine desencantado y paranoico en películas raras, excéntricas y, en la mayoría de los casos, difíciles de ver, salvo en algunas plataformas, pero siempre las menos.

Y es aquí donde los miles de cinéfilos adictos al cine negro nacional, se preguntan ¿dónde ver estas películas, cuyos libros de Aviña, arrojan a manera de guía autorizada, un poco de luz a títulos que deberían ser examinados a profundidad? Cuando el calvario de este tipo de cintas es el de, en el mejor de los casos, ser exhibidas  una vez en los festivales de cine de Guadalajara y Morelia, para luego ser enlatadas de por vida. Todo mundo se queja, ¿para qué filmar estas cintas, si luego nadie aboga por que tengan, mínimo, una corrida normal en cines o que de perdida caigan en manos de piratas cinematográficos para su exhibición en DVD? Hasta los más recalcitrantes fanáticos de este cine se cansan y los que deberían resolver no se aplican (comenzando por la propia Cineteca). Y nadie hace nada, como diría el venerable Jaime Maussan.

De ahí la importancia del par de volúmenes de referencia histórica del desarrollo de este cine del  también creador de libros especializados sobre nota roja, asesinos en serie y personalidades criminales desviadas. No hay desperdicio en cuestión de pistas y claves para llegar a este tipo de películas que preconizan la bala limpia, el apuñalamiento, los balazos por la espalda, los ríos de gore cuajado y la paranoia fílmica inherente. El análisis de muchas películas del noir mexicano se sumerge, lupa en mano, en los orígenes y desarrollo de un cine violento, su trayectoria e influencia en un medio paranoico de intimidación, en la que temerariamente se afirma desde la cúpula del poder que “no hay más violencia, hay más homicidios”. No, bueno.

Las filmografías e influencias se revisan con rigor, buscando cintas  que se le van hasta al propio Ayala Blanco en su interminable saga del "Abecedario del cine mexicano". De ahí los nombres y épocas tratadas de convocados como Roberto Gavaldón, Alejandro Galindo, Julio Bracho, el prolífero –ametralladora en mano— Juan Orol, Felipe Cazals, Arturo Ripstein, Fons, Gurrola, Bojórquez, Pepe Buil, Amat Escalante y otros más, donde la violencia actual y el narco se ha vuelto moneda corriente de amenaza latente.

Derecho de piso o muerte, extorsión, secuestros, homicidios y casi misterios que pueden ser resueltos dan el resbalón hacia la tontería sexenal en 10 apartados, 13 capítulos claves y nuevas vertientes para una mejor comprensión del género, con filmografías de rescate riesgoso.

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