Ante la escasez de libros de rock que había antes en las editoriales, hacían que éstas se fueran con pies de plomo a la hora de distribuir entre los especialistas los pocos ejemplares que llegaban para promoción. Prácticamente nadie se enteraba de qué había nuevo hasta que estaba en librerías. Estos tiempos de redes sociales no han cambiado sustancialmente eso. Algunos encargados de los departamentos de prensa, no todos, tienen sus listas de prioridades para el reparto a tiempo de los ejemplares disponibles, y también algunos tienen la amabilidad de comunicarlo. A otros les da igual. En ese tenor de no estar en las listas de ligas mayores como Malpaso, Penguin Random House, Planeta, hacen que muchos escribientes de rock se queden muchas veces sin el ejemplar deseado para reseñarlo.

Otras editoriales no tan poderosas ni siquiera informan ni facilitan libros, confiando todo a las redes, donde pueden ser olvidadas reseñas y notas.

Esto ha hecho que muchos periodistas roqueros y públicos entusiastas, y autores tomen como alternativa de corte y confección, manufactura, acabado final y puntos de vista estratégicos para el destino final de sus libros. El tercer volumen de 60 años de rock mexicano, de Rafael (El Señor) González, es buen ejemplo. A los primeros dos volúmenes sacados por Ediciones B pocos críticos tuvieron acceso; el tercero, ya al margen de la editorial, está funcionando bien bajo la tutela de su autor.

Resulta increíble que algunos autores como David Cortés o Federico Arana saquen sus libros de rock y destinen algunos ejemplares para la prensa especializada, lo que para algunas de las editoriales grandes está en camino del desuso.

Esta semana murió Carlos Alvarado, tecladista de Chac Mool y gurú de Vía Láctea, de quien hablaré cuando cesen las muertes con que empezó la década.

pepenavar60@gmail.com

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