¿Qué podemos esperar de los Rolling Stones con 80 y pico de años, grabando el que, tal vez, sea su último disco? Primero que nada, a estas alturas de los años tecnológicos, las bondades especializadas del Autotune, que es una suerte para corregir errores vocales a la hora de la grabación, en donde la afinación parece decirlo todo.

La forma de afinar del Autotune es automática (recuerden la película “El Fantasma del paraíso” de Brian de Palma, en donde un atribulado espectro, mezcla de Fantasma de la Opera y Fausto, era obligado a usar un temprano Autotune contra su voluntad, para lograr una afinación correcta). Bueno, pues ahora le ha tocado a los Stones y han comenzado a zumbarles muchos músicos colegas suyos.

En su presentación mundial, el tema “Angry” delató a Mick Jagger con el tratamiento de su voz, aunque eso va a ser lo de menos a la hora de que la cante en los estadios, ni se va a notar. No obstante, eso no les importa a los puristas, que tratarán de crucificarlo.

El aparatejo surgió en 1996 para pequeños problemas de entonación. Mas tarde, Cher lo perfeccionó en el tema “Believe”, al acelerarlo y convertirlo en una especie de instrumento más. Muchos músicos como Bad Bunny y algunos indies han echado mano de él también, pero a los octogenarios Rolling les ha caído como un balde de agua helada.

Eso sí: hay que aclarar que la canción con un video en donde sus viejos afiches cobran vida y movimiento, en el Sunset Boulevard de Los Ángeles; es una gran rola, aunque parece que su camino será azaroso, según dice el productor neoyorkino, Andrew Watt, responsable de los que cantan como Dua Lipa o Miley Cyrus, además de que es uno de los productores del momento que perdona a Jagger, porque todo mundo está usando el mentado Autotune. Otros no han sido tan benévolos y hasta el diario The Guardian se le ha echado encima.

Otra de las críticas es que es un grupo dedicado al blues que disfraza algunos de sus temas de rock and roll y apenas toca en el escenario algunos riffs notables y eso como que le resta una especie de identidad a la llamada banda más grande del planeta, según algunos.

En torno a la explotación de la tecnología, sobra decir que los Rolling siempre han echado mano de ella, aun contra sus propias limitaciones, suplidas en el escenario por músicos de primera. El pique entre Jagger y Keith Richards siempre ha sido por demás legendario. Claro que cada uno de ellos defiende sus posiciones de cantante y guitarrista y ahí sí que siempre salen chispas. Y, aunque le moleste a Mick, casi siempre el que sale victorioso es Richards. Su reciente presentación no ha sido la excepción: la canción es la misma, afirma Keith, mientras el riff es diferente.

En su último concierto que dieron en México, en el Foro Sol, Jagger preguntó qué es lo que prendía a los mexicanos, alguna frase o palabra determinada. Le respondieron que la palabra “cabrón” y con ello salió al escenario y a darle. Richards, por su parte, cuando le tocó decir algo, solamente se llevó la mano y se tocó el corazón, y con eso se comió a los mexicanos. Así de grandes son los egos a la hora de los llamados rockeros clásicos.

A unos días, antes de la salida oficial del disco, los bucaneros ya se frotan las manos siquiera para adelantarse antes del lanzamiento mundial y así ganarse unos cuantos pesos, no importando los bonus certificados que traiga el original. Sus historias y, por supuesto, ediciones piratas, ya corren de boca en boca entre los fans de todas partes del mundo, a las que añaden sus propias perspectivas, a manera de convencimiento, a un precio regalado y ahí por poco que parezcan, los Stones van a llorar un algo.

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