Warner Bros, Discovery Channel, Artegios y HBO estrenaron esta semana la docuserie de tres capítulos “La Narco Satánica”, sobre la que dicen que detrás de la secta satánica, trono de sangre, santería, magia negra, rayado de alta escuela y Palo Mayombe que dirigía el cubano, Adolfo de Jesús Constanzo (El Padrino), manejaba todo el tinglado, Sara Aldrete. Desde el Reclusorio Femenil de Readaptación Social en Tepepan, donde pelea que no le den una cadena perpetua, Sara recuerda el sonado y retorcido caso de los 13 asesinatos rituales que la tienen tras las rejas y con pocas posibilidades de que la pongan fuera.

Antes de meterse en este true crimen mexicano, su directora, Patricia Martínez, había probado suerte en un documental de interpretación del Himno Nacional Mexicano. Ya antes, el locutor y director de cine Olallo Rubio también había tocado el tema. Por lo menos un par de libros (“Los Narcosatánicos” y “Me dicen la Narco Satánica”) se habían escrito antes y ni siquiera se mencionan en la mini serie de la sacerdotisa, también señalada como muchos que aparecen en la historia como de asesinos seriales en el espeluznante caso del rancho Santa Elena, en mi Matamoros querido (como cantaba Rigo Tovar).

En la actualidad, la sacerdotisa, bruja, hechicera y dicen que cerebro tras los brutales asesinatos con desmembramientos incluidos, comenzó con el rapto y homicidio meramente circunstancial del joven norteamericano Mark Kilroy. De ahí en adelante todo el mundo dice, opina y pontifica sobre los rituales sangrientos que ocurrían en el rancho, narrados por una turba de analfabetas como brazos ejecutores de El Padrino, en esta cumbre del ocultismo de nota roja, en donde, por cierto, salen a relucir algunos de los protegidos de Constanzo como el aparato represor de la Federal de Seguridad de aquel tiempo: Nazar Haro, Zorrilla y el tenebroso Florentino Ventura.

Recortes periodísticos de aquel tiempo documentan en gran parte la historia, a cargo de periodistas cualquiera. Y ahí sí, perdón, pero no hay tanto rigor de investigación, sobre la que está presa desde los 24 años (ahora tiene casi 60).

Muchos implicados salen en reportajes y fotos del momento en los años 80, que ahora buscan nuevas perspectivas de enfoque, donde todavía quedan muchas lagunas. “El Rancho (Santa Elena) Ardiendo”, como decía el exnarrador beisbolero en español de los Dodgers, Jaime Jardín. Y en verdad, literalmente, ardió, perdiéndose muchas pruebas. La captura de los que pesaban en la banda tamaulipeca: Adolfo (también versado en vudú haitiano y Mayombe avanzado, aparte de santero y brujo mayor), Sara, su brazo derecho, Álvaro de León Valdez, “El Duby”, ejecutor, que se movían en el terreno del narco y la hierba buena, que amasaron una gran fortuna, ocurrió en la colonia Cuauhtémoc, en medio de un monumental operativo en mayo de 1989.

De sus trabajos en rayaduría de cuerpos, sobre todo en el medio artístico (donde les daba protección), salen a relucir los nombres de cantantes como Yuri, Óscar Athié, Lucía Méndez, poco se trata. También poco se sabe de seguidores fieles como senadores, médiums y clarividentes como Omar Orea, Jorge Montes y Martin Quintana. Llama la atención en la docuserie de enfrentamientos y capturas un expolicía canoso, enloquecido y exaltado de Brownsville, que da la impresión de querer ver muertos a todos.

En lo tocante a películas sobre el caso, sobresale la cinta “Borderland” (2007), de Zev Berman, sobre los narcosatánicos, con Beto Cuevas (el cantante del grupo chileno, La Ley) interpretando a un Constanzo, de auténtico escalofrío.

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