Cuando la mayoría de los álbumes de rock y las canciones que los componen ya están en las plataformas más conocidas como Spotify, ¿vale la pena invertir grandes cantidades en tener el original físico? Esto, tomando en cuenta que, para los coleccionistas fundamentalistas más recalcitrantes de vinilos y algunos discos compactos, que esperan que aún puedan cotizarse más, abrirlos representa un sacrilegio.
Abrir uno de estos discos para los collectors, es no sólo depreciarlo, sino que se vuelve un obstáculo a la hora de intentar venderlo o cambiarlo, según sea el caso. Muchos de los precios que se manejan tanto por ediciones europeas o americanas originales, rayan en lo estratosférico o en el abuso premeditado. Por si fuera poco, pierden valor, si están maltratados en sus portadas e interiores.
Y aun así hay quienes pagan fortunas por ediciones raras que proceden de Japón y otras latitudes, en donde la replica a imagen y semejanza del original, es moneda corriente. Sin embargo, para los coleccionistas, sobre todo de rock progresivo, el dinero no parece ser un obstáculo para ir del vinilo original a las ediciones de 180 gramos, color en el vinil, ediciones especiales con bonus y otros señuelos para atrapar al comprador compulsivo.
Una vez comprada la edición (que, por supuesto no se va a abrir ni a oír), su destino será un mueble original para presumir a los colegas y contar la hazaña de cómo se consiguió y la fortuna que se pagó. El poder adquisitivo y la alcurnia del comprador le permite un lugar privilegiado en el mundo del coleccionismo y superioridad con sus similares. Hay quienes cada semana suben sus proezas a Facebook.
Muchas de estas personalidades que deambulaban por el Chopo antes de la llegada del Covid-19, ahora están muy preocupados porque no le pueden rezar a la Virgen del Progresivo en busca de un milagro en vinil, o de que puedan viajar a alguna convención para sumar algunos discos lo suficientemente raros para gritar enloquecidos que sólo ellos lo tienen.
El dinero que se gastan en engordar sus colecciones en estos tiempos de pérdida de trabajos y hambre es lo que menos les interesa en un mundo donde el status discográfico y trato de cirujano a los discos, es primordial para ellos. Aceptar una edición pirata de algún vinil, no solo es un desacato, sino una forma ruin de no valorizar el rock como las compañías discográficas que los trajeron al mundo.
Las logias, sectas, hermandades progres y demás calificativos les vienen valiendo progenitoras, mientras tengan de qué presumir que, con un solo disco original, muchos podrían tener una gran colección de mini lp’s, a imagen de cualquier original copiado hasta en sus más mínimos detalles. Porque, a final de cuentas, el sonido es el mismo (claro, con un buen equipo de reproducción).
Verdadero, original o pirata profesional, he ahí el dilema, y el ahorro.
pepenavar60@gmail.com.