Hasta los más recalcitrantes fans de la interminable saga de Halloween claman por la jubilación del esteta enmascarado del cuchillo cebollero que ha repartido candela por casi cuatro décadas.
Al mismo tiempo, no se explican cabalmente porque Laurie Strode nunca ha sido cocida a puñaladas en tantas películas de la franquicia inventada por John Carpenter en 1978.
Licencias más, licencias menos con la historia de siempre, la confrontación final de este Superbowl del horror, nunca llega por los hartazgos que le permite David Gordon Green, el nuevo director de las tres últimas entregas del perpetrador de la matanza original del más longevo de los psychokillers.
Obviamente que, las vueltas de tuerca tienen que ser de lo más ingenioso e inesperado en este último y desesperado intento por sostener lo insostenible, sin llegar a la risa nerviosa y a la pena ajena de ver desmoronarse la mítica figura del asesino.
Ni Noche de Halloween (2018), ni Halloween Kills (2021), lo han conseguido.
Por eso Halloween ends (2022) es seguro que sea el fin de Myers y Strode.
Como sea, los fans del horror que perdonan casi todo, a cambio de buenos sustos en la modalidad del slasher, repugnancia en estado puro y miedo en curso latente de asalto gore, permite casi sentir el cuchillo penetrar en carnes flácidas con un dinamismo poco común en los filmes de horror.
Por si fuera poco, no parece haber frontera alguna entre el clásico y el remake.
Para que el mito de Michael Myers perdure tiene que adaptarse al humor negro y perro de la época digital actual, donde ya no hay el mínimo respeto por nada, y menos por un género que ha sufrido el embate de otras películas, comedias idiotas y series ñoñas e infames, como las que inundan las plataformas en la actualidad.
Todo parece ser un desafío de credibilidad en el fértil terreno de lo sangriento, lo sobrehumano y una lógica que ha perdido la brújula del miedo puro, sustituido por los clichés más recurrentes, capaces de desafiar cualquier cosa que tenga que ver con la tensión, la violencia, el suspenso y, claro, la puñalada trapera y los golpes abajo del cinturón.
Adiós Michael, ya rendiste, nos vemos en el asilo.