El género más socorrido del rock mexicano, por sobre otras formas de sonidos vendibles, tienen ahora uno de sus libros recopilatorios más curiosos. “Eso que llaman rock progresivo mexicano”, del músico, productor, pintor, fotógrafo fundamental de personajes en el nicho oficial del Tianguis Cultural del Chopo, aparte de escritor, Merced Belén Cruz.
Ahí donde se dictan pautas de conductas extra musicales desde hace más de 40 años, y los vinilos adquieren categorías, etiquetados y cotizaciones fuera de lugar, Merced redime una buena parte de un movimiento, en el que sólo unos pocos dejaron testimonios auditivos.
Belén Cruz ha publicado varios libros de tirajes limitados, en su editorial propia; entre ellos "Ahí la llevamos" "Cantinfleando" y "¡Qué onda ése…! (La Contracultura y otros rollos)".
En este último rescata, para los alivianados, fresas y cuadrados lo que en los años 70 era en “lenguaje de la onda”: una recopilación y definiciones de Carlos Baca, miembro de la Academia Maciza de la Lengua correspondiente a la rocanrolera universal, con reconocimiento a Parménides García Saldaña, maestro de la Onda (que se publicó por primera vez en la revista "México canta" en 1970).
El siempre cordial y accesible Meche, como le dicen sus amigos, aporta en este nuevo libro sus testimonios de quienes grabaron alguna vez y dejaron evidencia física y los que brincaron a la primera división de las disqueras grandes, grabando algunos álbumes fundamentales del llamado progre mexicano.
Desfilan por las casi 300 páginas del libro con muchas fotografías de autor, grupos clave como Nuevo México, Los Spiders, Al Universo, Chac Mool, La Caja de Pandora y muchos independientes como Luis Pérez, Jorge Reyes, Delirium, Germán Bringas, Triángulo, Overflow, Flamingo Rock, Hi-Fi Orchestra, Decibel, Novilis Factum y muchos más autogestivos como Cabezas de Cera, Saena, Govea, Oxomaxoma, Humberto Álvarez, Carlos Alvarado en su concepto Vía Láctea, La Perra, Luz de Riada, Cast y muchos más.
Mucha de la información: viejas publicaciones y entrevistas, han servido para darle su lugar a músicos con acetatos, discos compactos actualizados, primeras ediciones de álbumes, casetes y hasta ediciones clandestinas puestas al día.
Belén agrega a manera de referencia, muchas de las principales escenas progresivas en el mundo y plantea un vistazo preprogre a la escena nacional inmediatamente después Avándaro, que relegó al rock mexicano al hoyo funky por algún tiempo.
Aparecen muchos nombres y se plantean varias posibilidades del desarrollo del rock progresivo que, en México, cuenta hasta con una virgen propia a la que se le reza fervorosamente sábado a sábado por el milagro de muchos discos, que no existen.
El lector se encontrará con información y referencias de primera, aparte de un gran acervo fotográfico, de momentos clave del progre nacional en diferentes formatos hasta ahora, que siguen documentando su historia. De ahí la importancia de la obra.
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