Hoy se cumplen 37 años de la muerte de Santo, El enmascarado de plata, y es hora de que todavía nadie sabe dónde quedó ese famoso disco que alguna vez grabara en la ciudad de Nueva York, con su compadre Javier Solís.

Bueno, no se sabe ni qué, ni cuántas canciones grabaron en esos estudios de ocasión para “grabaciones caseras” del recuerdo.

Lo que sí se sabe es que el Plateado destapó al Espanto I, el 25 de octubre de 1963, en la México catedral, como diría el Doctor Alfonso Morales y, en primera fila estuvo el que cantaba “Sombras nada más”, que era su compadre. Del disco ya no se supo nada más. Tiempo después, el martes 6 de julio de 1982, el legendario Reportero Cor, que fuera jefe de Espectáculos de este diario y que ya había escrito un libro sobre El Santo, fue invitado a una insólita reunión.

El motivo: la presentación en petit comité del mediometraje de José Buil “Adiós, adiós, ídolo mío”.

La locación fue la casa de la primera voz de Los Babys, Enrique Ávila, equipada con una sala de cine que reunió a varias personalidades de la prensa y los espectáculos de aquel ayer, como Bob Logar, Jaime Tezpa, Agustín Montoya, Carlos Ávila, Belia Kelly, Luis Ramírez Reyes y otros más, aparte de Buil.

El novel director que años después, en 1991, filmaría La leyenda de una máscara. Una cinta de El Santo, sin el de Plata (por aquello de las demandas), con la vida, mito y milagros de El Ángel Enmascarado (Héctor Bonilla). La cinta se levantó cuatro premios Ariel (Ópera prima, Actor de cuadro, Fotografía y Ambientación). El filme que explora los mitos que genera la lucha y que da a conocer el periodista deportivo, Olmo Robles, deja abierta la puerta para una segunda parte.

Pepe Buil le preguntaba en la reunión y cena posterior al Reportero Cor que “si creía que, si El Santo viera su película, tuviera el suficiente humor para comprenderla”. “Muy probablemente le aplicaría una quebradora y un to pe volador joven”, fue su respuesta, porque la conducta de El Santo es santa. La reseña la registró EL UNIVERSAL, el 8 de julio de 1982.

Después apareció un especial de Somos, dedicado al de Tulancingo (que incluso lo presentó sin máscara) que se volvió de culto, gracias a la visión de la editora Mónica Ibarra, que comenzó el proyecto de la vida, prodigios cinematográficos y hazañas de Rodolfo Guzmán Huerta que, a la postre, fue el más vendido de la vieja Editorial Televisa.

Un selecto grupo de especialistas y santólogos reconocidos escribió artículos de fe, opinión y devoción sobre el personaje que también cantaba bajo la regadera y de los que no existen, por supuesto, registro alguno. Sólo perdura la fábula.

Sombras nada más, entre el fervor y el recuerdo, sombras nada más…

pepenavar60@gmail.com

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