Partiendo de la acepción de que todos se han topado alguna vez con un disco de vinilo, un compacto, un DVD o un Blu-ray, surgen las preguntas fundamentales: ¿análogo o estéreo, sonido 5.1 o remasterizado y físico, digital o virtual? ¿Qué busca el coleccionista curtido, el recién llegado al fenómeno del rock o al que se le atraviesa el rock and roll, el pop, el metal o el progresivo (los géneros más socorridos) y quisiera tenerlo todo?
Primero hay que determinar el género inicial de preferencias y luego explorar qué existe en el mercado para estacionarse en gustos propios de estilos y escuelas de sonido.
Las posibilidades que ofrecen hoy en día las plataformas digitales hacen que sus repertorios no cuesten más que lo justo y al gusto de cada cliente. Sin embargo, hay las que van más allá de lo especializado. De todas maneras, no hay que descartar al melómano que sólo le interesan los sonidos grabados y los que están abiertos a otras posibilidades que combinan imagen con sonido. Las modernas pantallas digitales que no tardarán en llegar a las gigantescas mamparas van a dar la sensación de participar en el mismo concierto porque vienen equipadas en un audio y sonido de avanzada.
Lo anterior no lo puede dar el solo disco, a menos que uno se quiera quedar nada más en el sonido, eso sí, óptimo. Los compact disc se acercan a la perfección peligrosamente sónica, alejados del MP3, que sólo es una especie de catálogo de sonidos y estilos, para después comprarse la perfección de algunos casos de vinilos. Sin descontar lo veleidosos que suelen ser los coleccionistas, sus acumulados suman ediciones de todo el mundo. Hay quienes tienen el mismo disco en varias ediciones y los bonus que ofrecen como extras son irresistibles. Y caen en la trampa y la supuesta seguridad que da poseer una cotizadísima colección que tarde o temprano quedará por ahí arrumbada o malbaratada por los tradicionales mercachifles del disco.
Se tiene que ser lo suficientemente selectivo como para saber invertir su dinero en un acetato y distinguir que tan necesario es tenerlo con la tradicional resina negra o las modernas ediciones en color o empaque de tirajes exclusivos. Y un problema más: todo puede ser copiado y presentado como si fuera un original, con las consabidas salvedades que ofrece la réplica, a imagen y semejanza del original. Eso también acaba aplicando al copiado de DVD’s o Blu-ray, con las modalidades que ello acarrea. Resulta por demás exótico y notorio que muchos solamente se aferren al sonido cuando pueden disfrutar un concierto con extras en las súper pantallas, sin tener que ceñirse nada más a las grandes y gigantescas pantallas colocadas a los lados del escenario.
Hace unos años, el consorcio Decibel lanzó una colección por demás importante sobre la cultura del rock y su papel histórico. Sus DVD’s volaron y hoy son muy valiosos en cuanto a géneros de rock se refieren. Se podía encontrar prácticamente todo lo que se lanzaba de marca. Los corsarios creativos, incluso, les agregan bonus a algunos para hacerlos más atractivos. Eso desató una especie de guerra entre entendidos del curioso fenómeno. Los había fieles nada más al disco y los abiertos a otras posibilidades, como poder tener conciertos privilegiados de Led Zeppelin o la maratónica grabación del “Get Back” de Los Beatles, aparte de las casi interminables sesiones de los grupos de rock progresivo o los éxitos inmediatos del momento.
Hoy todavía, buscando, se pueden conseguir algunos títulos de los casi 500 conciertos y rockumentales que sacaron en su momento, hasta que se acabó, por increíble que parezca, un negocio que se vaticinó como un éxito seguro. No hay mal que dure 100 años, aunque hay algunas excepciones dentro del espectro del rock, que lo permite todo.