Se aceptan y se compran en medio de la procedencia y la incredibilidad, y se acaban reconociendo y celebrando ante la imposibilidad de tener el original de marca propia, cosa cada vez más difícil por los tirajes iniciales con que salieron en su momento.
Son un puñado de discos muy buscados, pero rara vez encontrados. Son esos vinilos que han mutado a formatos digitales para expandirse entre propios y extraños que alguna vez los codiciaron. Los llamados discos (casi) imposibles están ahora a la vuelta de la esquina.
La sorpresa puede ser taquicárdica cuando aparece, por ejemplo, un “Mister Loco”, del extinto sello mexicano Orfeón, que trae de vuelta al grupo mexicano triunfador del Festival Mundial de la Canción Popular de Tokio 1975, que no son otros que los Locos del ritmo, de Rafael Acosta, que salieron del pasado con su “Lucky Man”, con expropiaciones andinas a “Let it be”, cumbias pop, sones jarochos, danzones, norteño country y disco music. En Mercado Libre cotiza en 2 mil pesos.
Otro: Arturo Meza es un curandero espiritual del realismo mágico, médico, poeta y músico, al que hay que ponerle cuidadosa atención en su lírica.
Con más de 30 producciones, que han derivado reducidas cantidades de sus canciones en diferentes formatos, está editado en algunos mini LP con el “Suite Koradí” (1985), “in Título” (1987), “Ayunando entre las ruinas” (1988), “Setenta centavos” y “Para un compa” (1990), “El 33 de este mes” (2001), “Ni serpientes ni escaleras” (2016).
Aparte, ha tenido importantes colaboraciones con Jorge Reyes, Jarris Margalis, el grupo Undersun y Eblen Macari, aparte de ser fundador del sello discográfico Gente de México y ha sido homenajeado, entre otros, por Rafel Catana, Salvador Moreno y Nina Galindo.
Se le señala como folk rockero progre norteño, rupestre y sinfónico, donde en cada canción suya se puede interpretar una visión personal de un México mutante y desconocido. Algunas obras de él están también disponibles en Spotify.
El querido negro Rafael Catana, veracruzano, músico, poeta y rupestre auténtico, es de esos cantantes de voz rasposa y quejumbrosa que hace discos que parecen de importación, de esos que sólo rivalizan con los del excelso Armando Palomas.
Sus discos son siempre una tentación al buen gusto de la composición. Eso se puede contestar en la discografía subida y explotada, como debe ser, en Spotify y en los mini LP del clandestinaje rampante de la Mondra Records.
Entre sus discos imposibles figuran “El Nagual” (1997), “Polvo de Ángel” (1999) “La rabia de los locos” (2001), “Caballo” (2010) y “Terregal”.
Toca como puede y donde puede, como solista y con grupo. Tiene dos casas: en la que vive, y el Alicia.
Paren oído a estos discos, desdeñados por los últimos estertores de la industria de lo que queda del disco.