Después de su deceso esta semana, que provocó “caos y devastación” en algunos recalcitrantes de las redes sociales, que todo se lo toman muy a pecho, el que fuera baterista de toda la vida de los Rolling Stones ya arribó al olimpo del rock y el jazz.

Este último género que era la pasión del más discreto baterista de sus satánicas ancianidades, lo llevó luego de conocer a Alexis Korner (con el que acabó tocando), a inmiscuirse en el rhythm & blues y terminar tocando con el grupo más longevo del rock.

Sin embargo, la pasión del también más elegante y discreto baterista fue siempre el jazz, de ahí su otra vida musical que arrancó tocando en varios clubes londinenses del género, mientras vivía del diseño gráfico de álbumes musicales. En torno al jazz, siempre giró alternamente con su grupo Charlie Watts Quintet, razón por la cual en el año 2006 fue incluido en el Salón de la Fama de los Bateristas.

En 2016 llegó al escalafón 12 de la lista de los mil mejores bateristas del mundo, según la revista Rolling Stone.

Como solista, el único que le cerró con certero puñetazo la boca al hocicón de Mick Jagger (en una curiosa y conocida anécdota), grabó 10 álbumes: uno con orquesta, cuatro con The Charlie Watts Quintet; otro más con su colega baterista Jim Kaltne, dos con The ABc&D Boogie Woogie y otro llamado Charlie Watts meets Danish Radio Big Band. Fue también miembro distinguido de la revista Modern Drummer y Vanity Fair, la cual lo distinguió en su Salón de la Fama Internacional, como uno de los mejores vestidos.

Su vida fue bastante tranquila, contrastando con los excesos de sexo, drogas y rocanrol de la banda que siempre dormía a las puertas del infierno; sin embargo, también fue más discreta en el consumo de alcohol y drogas, hasta que se volvió un problema, y que en 1983 decidió ser otra persona, cosa que cumplió.

En 2004 se enfrentó a un cáncer en la garganta, cuando ya no fumaba y llevaba una vida sana. Seis semanas de radioterapia acabaron redimiéndolo de nuevo. Sin embargo, un año después, por poco y se va al otro mundo antes en un accidente automovilístico que tuvo en Francia.

Su estadía en el rock y el jazz al final del camino le sumaron unos 170 millones de dólares, por servicios prestados al rock y al jazz. Según la revista Forbes, para entender la magia de Watts hay que oír sus momentos más logrados que están en el Between the bottoms (1967) y el Get year ya-ya’s out, de Los Rolling, lo mismo que el Some girls, de 1970. En lo tocante al jazz, se recomienda oír el Charlie Watts Meets The Danish Radiuo Big Band, de 2017. Y para cerrar está Tatoo you, en edición de 2021, con un bonus track inédito.

Charlie Watts nunca dejó de sorprender, incluso al decir que el mismo reconocía contra toda suposición, que le impresionó más haber entrado en 1961 a la banda de Alexis Korner, que a los Rolling Stones.

Nadie sabe (nadie supo) para quién acaba tocando.

pepenavar60@gmail.com

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