Ni a los fans más aferrados, ni a los estudiosos del fenómeno alternativo, ni a los buscadores de rarezas se les puede complacer a la hora de seguirle la pista a muchos discos grabados de forma independiente.
Tampoco a las publicaciones especializadas que arrojen un poco de luz para la búsqueda y clasificación de las curiosidades del rock nacional, la mayoría de ellas grabadas de forma independiente. Y eso aplica también a una gran cantidad de revistas de debut y despedida y a libros muy difíciles de conseguir que persiguen los derroteros seguidos hasta ahora por nuestro rock.
No existen, por ejemplo, catálogos confiables de discos de producción independiente que se ofrecen de forma gratuita en el apartado de las disqueras independientes del Festival Vive Latino.
Quienes se interesan por las variantes del mex-rock y no se llevan algunas de estas compilaciones y lanzamientos secundarios de cantantes o grupos nuevos o alternativos a las plataformas digitales que están a punto de dominarlo todo, no saben de lo que se pierden.
Asimismo, los que ofrecen la posibilidad de tener el acceso inmediato al disco físico o digital pierden la perspectiva de no tener información confiable sobre lanzamientos que terminarán siendo olvidados, como los nombres de muchos hacedores de rarezas que, en otras partes del mundo, son como un mapa de estilos, tendencias y escuelas rockeras a seguir.
Y todavía hay más: ni los de Wikipedia se ponen de acuerdo en dar pistas para el seguimiento de bandas alternativas, que sólo apelan a un poco de información sobre surgimientos, trayectorias, influencias y material testimonial. Y por si fuera poco, a veces ni los miembros de bandas acaban por tener la certeza de lo que hacen.
Los tirajes de libros sobre territorios rockeros nacionales son muy por debajo de lo estimado. Ediciones más allá de los mil son casi imposibles y representan una verdadera monserga de conseguir.
Con las revistas, la cosa es peor, porque muchos sólo andan tras la pista de, por ejemplo, las viejas revistas de Rolling Stone, que remiten a sobadas historias más que conocidas. Encima hay otro problema: el precio de la historia, por el cual nadie quiere pagar lo justo. Muchas revistas nacen y mueren por la inanición de editores chabacanos.
Fuera de algunos números coleccionables (dependiendo de la escolaridad en materia de rock mexica) como Conecte o Sonido, pasando por Melodía, Swicht, y la ahora muy lamentable edición de una Rolling Stone, que parece revista de modas, y muchas que nunca han despegado comercialmente y están listas para una muerte lenta, nuestro mundo editorial es nulo.
A eso hay que agregar una mini generación de influencers, tiktokeros y hacedores de contenidos supuestamente rockeros complacientes, que actúan en combinación con artistas facilones para que nadie se sienta vulnerado, ya sean de primera, segunda o tercera.
El requisito es ser rockero mexicano de tiempo completo, no importando el grado de escolaridad, sino el factor acomodaticio que los vuelve críticos o conocedores instantáneos, que exprimen YouTube sin piedad. El terreno se ha vuelto tan común, que ya no se sabe quién es Dios, el diablo o peor aún, los pobres diablos.