Parecería perdido en el tiempo del rock and roll mexicano, aunque su esencia se remonta en los años 80 a lo rupestre, en un panorama donde todo se puede y, desde luego, todo se vale.

Por eso, a 35 años de su célebre y muy cotizado dentro de la caimanología disquera del tianguis del Chopo, Tocata, fuga y apañón, Armando Rosas ha regresado con algunos de sus músicos originales, no nada más como puntal de la Camerata Rupestre (que fundó en 1984), sino como prosista.

Su debut en las letras se llama Mis más sinceros bemoles (Editorial Cisnegro), y es una divertida novela musical sobre un grupo de rock.

Lo relatado, que es una parte de divertimiento de ficción de músicos para músicos, y lectores ocasionales, debe de ser leído en teoría por 500 lectores, ya que ese fue el tiraje del libro presentado hace poco en el auditorio Murray Shafer, de la Fonoteca Nacional.

Graco, Sandro y Marcelino son los protagonistas, que se reúnen en un bar propiedad de aquella vieja leyenda del boxeo nacional: Ultiminio Ramos. Ahí tiene lugar una revelación: “una canción es finalmente una novela de tres minutos”, y ésta es sobre pugilismo y cambios de golpes musicales.

Hay que recordar que Rosas fue el autor, junto con Cuauhtémoc Tavira, de la música de la película El Violín, en 2005; y en 2009 de la comedia negra: La mitad del mundo, de Jaime Ruiz Ibáñez. Aunque claro, se trata de otros golpes.

El prólogo es de Edgar Omar Avilés, pero lo que pesa de fondo en el relato, en las historias de estos bemoles, son las canciones de Rosas que fortalecen las vivencias de los tres amigos, en un momento de euforia instantánea y olvidable de algunos libros que parece que sólo se pueden encontrar en el famoso tianguis del Chopo, la mayoría, con tirajes lamentables.

Estos autores, que sólo se preocupan por exhibirse mínimamente en las redes sociales con séquitos de amigos en sus “presentaciones oficiales”, en la zona de intercambiadores, rara vez sobrepasan las 10 personas, luego se van a celebrar sus miserias a la cantina.

Son pocos los autores, como Armando Rosas, que se preocupan por hacer llegar a la gente indicada su libro (en una presentación esmerada y profesional, que difícilmente puede pasar de forma desapercibida). Otros, antes de soltar un libro para esperar alguna reseña, se lo piensan y se instalan en un limbo idílico rezando por un milagro editorial. Cuando despiertan a la realidad, ya se les pasó el camión. Pero eso sí, nadie les niega sus pocos minutos de sábado de gloria.

El libro de Rosas remite a una curiosa discografía donde el melómano y lector se puede encontrar con otros bemoles en forma de acetatos como, por ejemplo: La evolución de las especies, Habrá tiempo, Payola no, La balada del pez (y La baldobanda ), En vivo en Argentina, Rhythm & Pango y El oficio mío, entre otros; y los consabidos compilados y piratas, no oficiales. Casi todos están en las plataformas digitales, así que no hay excusa para no oírlo, si es que no lo han hecho.

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